martes, 23 de febrero de 2016


PARA SALIR DEL HOYO: ASISTENCIA FINANCIERA INTERNACIONAL E INVERSIONES EXTRANJERAS
          
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Una de las facetas de nuestra tragedia nacional es la sequía de inversiones productivas. Desde hace unos cuantos años, en esta materia, nos ha afectado el equivalente económico del fenómeno atmosférico “El Niño”.  Ni venezolanos ni extranjeros quieren invertir y no les falta razón. Sin sanas políticas públicas, seguridad jurídica, ni respeto a la propiedad privada, sólo unos suicidas se arriesgarían a venir al país.
En nuestro caso, “El Niño” es un gobierno nefasto que en lugar de atraer capitales extranjeros que impulsen el crecimiento, el desarrollo, la diversificación de la economía y creen nuevas fuentes de empleo y de producción, los espanta.
Basta examinar las cifras que publican los entes nacionales e internacionales para confirmarlo.
Comparar la performance de Venezuela con la de otros países, incluso los menos desarrollados de la región, resulta impactante, frustrante.

La CEPAL, en su Informe de 2015, reporta que  Venezuela recibió en 2014 sólo 320 millones de dólares en inversión extranjera directa (IED), mientras que países como Bolivia, Ecuador y Nicaragua, por mencionar algunos de gobiernos ideológicamente identificados con el venezolano, absorbieron 648, 774 y 840 millones,  respectivamente. Tres pequeños países, a los que hemos socorrido, más que duplican al nuestro en lo de atraer capitales.
Y ni hablar de otras naciones. Chile recibió 2.738, Colombia, 16.054; Costa Rica 2.106; México 22.795, Panamá 4.719, Perú 7.607 y Uruguay 2.775 millones de dólares.

Frente a tal resultado desastroso, el gobierno actual no tuvo otra idea el año 2015 que la genial de sancionar una nueva ley de Inversiones extranjeras, que en lugar de atraer los capitales foráneos que requerimos hoy más que nunca, más bien refuerza un entorno nacional repelente.
Ciertamente, una ley que promueva y proteja las inversiones no es suficiente. Hace falta también políticas macroeconómicas adecuadas, instituciones públicas y servicios públicos que funcionen, y esto no lo ofrece el gobierno. Pero un marco legal que provea de seguridad jurídica es el primer paso.

Captar inversiones no es sólo un asunto doméstico. Es también un tema de la política exterior de los países. Es lo que han llamado algunos, una cuestión inter-méstica.  No pueden desvincularse los problemas domésticos de los que se derivan del intercambio planetario.
La diplomacia desde hace mucho, más allá de las relaciones políticas internacionales, tiene un contenido esencial económico y comercial, que es imposible esquivar, so pena de salir perjudicado en términos de posicionamiento en el mundo y, en consecuencia, de bienestar colectivo.

La Asamblea Nacional de Venezuela, después del formidable triunfo de las fuerzas democráticas el 6D, está llamada a producir importantes cambios políticos y legales que la Nación, ansiosa, está esperando. La recuperación de la desastrada economía venezolana requerirá del concurso de países amigos y de instituciones internacionales. Salir del foso profundo en que estamos, comportará, necesariamente, una asistencia financiera  exterior. Incluidos, empresarios e inversionistas privados, nacionales y extranjeros, que puedan apostar por Venezuela.
La oposición y sus diputados deben empezar a mover sus piezas tous azimuts en el tablero internacional, con vista a transmitir confianza y credibilidad en el campo de las relaciones económicas internacionales.  Más temprano que tarde el gobierno será uno distinto, y corresponderá a otro liderazgo sacar adelante al país.
Las perspectivas en el campo de las inversiones mundiales, para el presente año, no son muy halagüeñas. El crecimiento mundial va a ralentizarse este año. Se está revirtiendo el ingreso de capitales que se habían refugiado en países emergentes en los años recientes de la crisis financiera del 2008. 
No obstante, siempre habrá oportunidades para la inversión en países como el nuestro, que dispone de recursos naturales y capital humano, a pesar del daño que se le ha causado.

La competencia por captar capitales será fuerte, pero si Venezuela se enrumba por otros derroteros políticos y económicos, no será poco lo que obtenga en beneficio de sus ciudadanos.  
Que no quepa la menor duda: salir del hoyo en que estamos hundidos precisará de inversiones extranjeras y ayuda externa. Con las políticas del gobierno no vendrán.

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV

lunes, 15 de febrero de 2016

LOS “PAGARÉS” DE BANDAGRO, OTRO CAPÍTULO DE  LA CORRUPCIÓN CHAVISTA

                             



Por casualidad de la vida profesional, en los primeros años de los noventa del siglo pasado, me tocó participar de la liquidación de Bandagro, ente financiero estatal, que como casi todos los especializados en el sector agrícola en nuestro país, han corrido, en general, con la mala suerte de una gerencia politizada e indolente que los ha quebrado a todos.
Aparte de que nos enteramos, in situ, de cómo se habían manejado estos asuntos financieros y de lo maula que eran muchos de los beneficiarios del campo, amparados siempre en sus complacientes contactos políticos y en el manirrotismo estatal, nos topamos con el tema de unas “promissory notes” (pagarés), que supuestamente habrían emitido los responsables del banco, años antes.
Estos documentos estarían "reconocidos" por el Ministerio de Hacienda de la de la época del presidente Luis Herrera C., mediante una comunicación que era falsa.
Si mal no recuerdo, nos enteramos del asunto porque recibimos una comunicación de unos personajes extranjeros que estaban exigiendo el pago de tales compromisos. Por cierto, contrataron a algunos abogados venezolanos a efectos de que hicieran las gestiones de cobro, dos de ellos, por cierto, yo conocía.
Inmediatamente, el presidente de la Junta Liquidadora me encarga del caso para que haga las averiguaciones correspondientes. No era un asunto de poca monta, eran cientos de millones de dólares, que presuntamente el Banco debía.
Para no hacer este relato muy largo, la conclusión a la que llegamos, incluso asistidos por organismos de inteligencia policial nacional (PTJ) e internacional, fue que la operación se fundamentaba en documentos fraguados por delincuentes internacionales en comandita con algunos nacionales. Estaba entonces preso uno de ellos en Inglaterra por estafa.
Supimos entonces que el requerimiento de cobro venía de alguien que estaba en EEUU, creo, si la memoria no me falla, en Los Angeles.
Como quiera que la “promissory note” que nos habían presentado para el cobro era una fotocopia, aconsejado por la PTJ pedí el original, a lo cual me respondieron que si quería verlo ellos me podían pagar el pasaje a Los Ángeles, y allí podría constatarlo,  invitación ésta, que, por supuesto, no acepté.
Ya en ese momento sabíamos que era un fraude. Los abogados venezolanos que se habían entrevistado conmigo se dieron cuenta de que  estaban siendo utilizados y desistieron inmediatamente del asunto.
El asunto se olvidó entonces, después que el estado venezolano pudo determinar qué era lo que estaba detrás de la “operación”.
Pasaron unos años, vino un nuevo gobierno a mediados de los noventa, y de nuevo me entero, por casualidad también, gracias a un amigo, de que había una nueva gestión de cobro de los pagarés fraudulentos. Otros abogados venezolanos habían sido activados en la gestión de cobranza.
Mi amigo,  a sabiendas de que unos años antes había estado en Bandagro, me consulta el asunto.  Le refiero entonces la historia que narré más arriba, la cual él desconocía. La gestión, tengo entendido, de nuevo, se cae, y se “olvida”.
Llegamos así al gobierno chavista, y cuál es nuestra sorpresa: los pagarés de Bandagro saltan nuevamente a la palestra pública.
Tenemos conocimiento, ahora por la prensa, que han aparecido unos dictámenes de la Procuraduría General de la República y/o de la Consultoría Jurídica del Ministerio de Hacienda, relacionados con las “promissory notes” de Bandagro. La Procuradora General, Marisol Plaza -¡insólito! - reconoce la deuda.
Era ya el tercer gobierno en que se pretendía cobrar tales “obligaciones”. Habían fracasado en los cobros anteriores, y ahora iban a por otro.
No era descartable que en esta oportunidad sí encontrarían terreno propicio para su estafa. Y no se equivocaron.
El gobierno revolucionario, que había llegado como el paladín de la lucha anticorrupción, por acto de uno de sus más altos funcionarios, reconocía la deuda espuria.
Ahora, con base en ese reconocimiento oficial, los tenedores de los pagarés dispondrían de un instrumento que apuntalaría sus pretensiones en un juicio eventual, como, en efecto, ocurrió.
No conozco las interioridades del juicio actual, que llegó a una Corte federal. Sólo sé lo que reseñan los medios.
El gobierno ha tenido que pagar, en su defensa, unos cuantos millones de dólares a unos abogados de EEUU y sus socios venezolanos. Y si pierde el juicio -ojalá no-serán cientos, que se sumaran a la deuda de la Nación.
Queda sólo preguntarse: ¿dónde están los funcionarios que dieron el argumento (reconocimiento de la deuda) a los demandantes y causaron tal perjuicio a la Nación?  ¿Les siguen algún juicio de responsabilidad civil, administrativa o penal? ¿Qué ha hecho el gobierno al respecto? ¿Y la Fiscal General? ¿La Contraloría General? ¿Y la Asamblea Nacional? Parece que poco o nada.
Los gobiernos de la denostada democracia civil no permitieron que esto llegara al extremo que estamos viendo. Una vez más, el flagelo de la corrupción causa un perjuicio material y moral a todos los venezolanos.  Y en esta ocasión, de la mano de la revolución chavista.
Emilio Nouel V.
 

martes, 9 de febrero de 2016

          EFECTO DOMINÓ PETROLERO Y EL GOBIERNO VENEZOLANO


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Los venezolanos no podemos permanecer indiferentes a los vaivenes del mercado petrolero. En él, lamentablemente, nos jugamos la vida económica, ahora que somos aún más dependientes de los ingresos de la venta de ese producto. De modo que todo lo que se publica al respecto aguijonea nuestra atención y nos mantiene en vilo.

Para algunos, el precio del petróleo es como un termómetro de la salud de la economía mundial. Lo que está aconteciendo en este sector, sin dudas, tiene efectos geopolíticos y de seguridad a todo lo ancho del planeta.
Bill Emmott, ex editor jefe en The Economist, en días recientes publicó un sugestivo artículo (“Oil dictators dominos”, en Project Syndicate) en el que se pregunta cuáles gobiernos colapsarían este año y qué tipo de consecuencias tendría ello, por efecto de la caída del petróleo.
El efecto dominó de los dictadores de países petroleros, para Emmot, es una posibilidad real. Tal crisis, afirma, hará bien a unos y mal a otros.
Según él, la caída del 70% del precio del barril de petróleo representa una transferencia colosal de 3 billones de dólares de ingresos de los productores a los consumidores de petróleo. Una bagatela, pues.
Sin duda, los países endeudados y los importadores de petróleo serán los principales beneficiados con esta situación, y sin embargo, no todo será positivo.
Las víctimas potenciales, según Emmot, serán numerosas. Venezuela, obviamente, entre ellas. No ahorró en la época de las vacas gordas para poder amortiguar el impacto que al final siempre llega, y ahora debe enfrentar una circunstancia dramática.
Y la pregunta que surge es si podrá enfrentar el enorme descontento popular que tal enorme irresponsabilidad en la gestión gubernamental ha generado y desencadenará.

En Venezuela las conjeturas que Emmot se hace respecto de los países productores de petróleo, en general, pueden hacerse realidad en breve. 
Él augura, con cierto dejo de ironía, tiempos “interesantespara los dictadores que se aferran al poder en esos países. Y ciertamente, a los venezolanos nos esperan también momentos “interesantes” este año que se inicia.
El petróleo nuestro, producto del que nos “alimentamos”, anda cercano a su costo de producción. Incluso, estamos produciendo menos. Las alarmas se encienden. Se lee por ahí que estamos presenciando una agonía del petróleo. El gobierno anda en romería por el mundo, desesperado, buscando infructuosamente que lo acompañen otros en su cruzada de subir artificialmente los precios. No han renunciado a esa fantasía que les insufló Chávez.
La crisis general que vivimos los venezolanos desde hace unos años, se acentúa, y el gobierno sigue renuente y de manera suicida, a tomar medidas que impidan el derrumbe económico y el caos social. Prácticamente, acabaron con todo: la industria, el comercio, el turismo, la construcción, la agricultura, los alimentos, los supermercados, las farmacias, la electricidad, el agua, la salud, las líneas aéreas, las escuelas y universidades, la seguridad pública, las vacaciones, la cultura, el entretenimiento, y paremos de contar.
Con ese cuadro catastrófico, es muy probable que Venezuela sea uno de esos dominós que ve caer Emmot. Será una desgracia que no solo  se llevaría por delante un gobierno autoritario, inepto y corrupto, sino también a todos los que en este país lo sufrimos.

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV

martes, 2 de febrero de 2016

LA “PATRIA GRANDE O LA BÚSQUEDA DE UNA QUIMERA

                                             

La Patria Grande”, ésa expresión de Simón Bolívar, que no de los que se dicen llamar en estos tiempos, bolivarianos, fue sólo un sueño que si en algún momento pudo hacerse realidad, ha demostrado su inviabilidad más allá de la retórica inflamada de más de dos siglos con la que nos han querido vender una “nación latinoamericana”, una identidad propia, una individualidad, un nacionalismo político y económico.
Ni entonces, cuando el general Bolívar quiso en 1826 reunir infructuosamente a las independizadas provincias españolas, ni ahora en que se hacen cumbres y hasta se firman documentos solemnes, discursos fraternales mediante, esa supuesta patria única ha podido trascender los discursos de ocasión.
Y es que en aquella época como en el presente, las visiones contrastaban y diferencias profundas había, sin dejar de mencionar los factores estructurales adversos, las distancias geográficas, los apetitos políticos personales, los intereses encontrados, el aldeanismo, lo corto de miras que eran los líderes.
Si pudo llegarse a pensar que era posible hacer en la América hispana, lo que las trece colonias inglesas en el Norte con su unión temprana lograron, muy pronto nos dimos cuenta de que había algo entre los latinoamericanos que hacía que ese mismo objetivo expresado por los próceres de la independencia no estuviera al alcance.
¿Atavismos étnicos, culturales, ideológicos?
Con el paso del tiempo, hasta nuestros días, se siguió insistiendo en la idea sin éxito, pero a medida que el mundo, empujado por la globalización, se hacía más pequeño en lo político, económico y cultural, y la aspiración a crear un bloque político-económico con un sello propio, esa “Patria Grande”, se va paulatinamente, diluyendo, desdibujando, en beneficio de una visión más planetaria, universal, de la vida. 
Una en la que tienen cabida relaciones políticas y comerciales abiertas, transoceánicas, una perspectiva en donde la geografía y las distintas lenguas habladas no son más obstáculos para intercambiar experiencias de vida, bienes, usos jurídicos, tecnologías, costumbres, formas de esparcimiento, música, literatura, deportes, todo aderezado con grandes oleadas migratorias por encima de fronteras cada vez mas porosas.
Si bien hoy siguen manteniéndose manifestaciones culturales locales, éstas sufren aceleradamente la influencia de otras, hecho éste afortunado que las enriquece, y les permite, a su vez, mejorar a aquellas, en un proceso dialéctico, de mutuas resonancias.
Si hay una patria grande con posibilidades de existir algún día, es la planetaria, a pesar de las múltiples expresiones políticas, económicas o culturales que en el mundo hacen vida en la actualidad.
Aferrarse a la idea de compartimientos estancos en un entorno global cada vez más fluido y permeable, es ir contra una corriente inexorable de la humanidad.
Los nacionalismos estrechos y los llamados desarrollos endógenos no tienen cabida en un mundo que se abre inexorablemente y sin cesar ante nuestros ojos.
Las prédicas añejas en nuestro hemisferio de hombres como Martí, Rodó o Vasconcelos, inspiradas en Miranda, Bolívar o San Martin, sobre una supuesta Patria Grande, no tienen futuro alguno en un espacio geográfico, como el latinoamericano, que para sobrevivir y construir un futuro libre, democrático y próspero para sus ciudadanos, debe ser abierto sin complejos a las corrientes mundiales de toda naturaleza.   
El destino común de nuestros países, del que tanto se habla, es solo lograble desplegándose hacia el mundo con inteligencia, sacando el mayor provecho de las experiencias positivas propias y de extraños. No es dable seguir pensando en proteccionismos culturales o económicos que nos empobrecen y empequeñecen.
Hay que deslastrarse de ese cuento de la “Patria Grande”, propio de visiones aldeanas, menudas.

Emilio Nouel V.

@ENouelV