miércoles, 9 de diciembre de 2015

                         ACUERDO NACIONAL O CAOS

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Emilio Nouel V.

No hay que hacer mucho esfuerzo para percatarse de que quienes gobiernan desastrosamente a Venezuela no creen en la democracia.
Lo hemos experimentado más de tres lustros, y ya lo estamos observando en las reacciones que han tenido ante la zurra electoral recibida.
Que el pueblo les haya propinado el 6D un fenomenal varapalo, les tiene sin cuidado. Su irrespeto al pueblo venezolano lo reiteran, y pretenden continuar su burla hacia él anunciando obstaculizar a la nueva Asamblea Nacional.
Al gobernante autoritario le importa poco o nada el voto expresado mayoritariamente, sobre todo, cuando le es adverso. Para él, su voluntad es la que debe imponerse por encima de lo que opine todo un pueblo, independientemente de si tiene o no legitimidad. Su desprecio por la voz del colectivo es proverbial.
La experiencia histórica confirma ese proceder arbitrario, totalitario, sobre el cual no hay que abundar demasiado.
El militarismo cabello-madurista no entiende en qué consiste la democracia, ni es ésa su intención. La reducción de su cuota de diputados en el parlamento a una tercera parte parece no indicarles nada. Perdieron la legitimidad que confiere el apoyo popular y siguen pensando en actuar a espaldas del pueblo, como si no hubiera acaecido un cataclismo político-electoral que lo obliga a rectificar y/o acordarse con quienes disponen ahora del respaldo expresado inequívocamente en los comicios. Poco caso hacen a un deseo de cambio de una gestión económica disparatada, inflacionaria y hambreadora, de una forma de gobernar arrogante, sectaria y atropelladora de los derechos humanos.
En unas deleznables y deprimentes intervenciones televisivas, Maduro, de nuevo, amenaza con desconocer las leyes que sancione la Asamblea opositora, poniéndose así al margen de la  Constitución Nacional. No cesa de decir embustes y disparates, de repetir un discurso risible sobre las causas de la derrota, y en el que ya nadie cree, como se demostró el 6D.
Amenaza, bluffea, sabiéndose débil, noqueado, no sólo ante el país y el mundo exterior que vigila lo que ocurrirá en lo sucesivo, sino ante sus propios correligionarios, vapuleados, deprimidos, desmoralizados y divididos, buscando cada uno sobrevivir después del huracán electoral que arrasó a ese mondongo político indigesto que llaman PSUV y su proyecto obsoleto. 
La oposición sabía de antemano que ése era un escenario probable.
Esperar una conducta racional del gobierno no es la regla, sino la excepción.
Creer que se van a comportar responsablemente, una vez que no cuentan con el favor de la ciudadanía, es no ver que estamos ante unos gobernantes antidemocráticos, incivilizados, bárbaros.
Han dicho que van a designar a nuevos magistrados del Tribunal Supremo y eso está por verse, conocido como es el sordo rifirrafe que en esa institución hay.
Quién sabe qué otra iniciativa adelantaran antes de entregar el poder legislativo, además de regalar demagógicamente ese bodrio que es la televisora de la Asamblea, a sus trabajadores, cuyo futuro financiero, me atrevo a pronosticar, será muy corto.
Hasta un desquiciado decreto de inamovilidad laboral por 3 años más ha ofrecido Maduro, que, estoy seguro, sólo producirá mayor desempleo, menor actividad económica, más desabastecimiento, más inflación, en fin, más caos social.
Dicho lo  dicho, sin  embargo, estamos   obligados a  tener  alguna  esperanza -pequeña, claro- de que al gobierno se le encienda una luz que le haga ver que por el barranco nos podemos precipitar todos. Ellos y nosotros, todo el país.
Si se niegan a reconocer el resultado del 6D, si no aceptan que la MUD hoy encabeza el poder popular más representativo de la Nación, si no se avienen a dialogar y concretar un acuerdo político y económico mínimo que impida el derrumbe, y se empecinan en profundizar unas políticas equivocadas que han conducido al grave crisis actual, entonces la salida de ésta será la peor.   
@ENouelV

emilio.nouel@gmail.com
 
 
 

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