miércoles, 24 de junio de 2015

                     SOBERANÍA INMORAL Y DEMODÉE

 
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"No se me puede seguir prohibiendo la entrada a la casa de mi vecino
si éste está matando a sus hijos con un hacha"
                                                                 Joseph Roth

Nunca estará de más recalcar la idea de la legitimidad que tiene todo ciudadano del mundo de pronunciarse libremente sobre la situación de los derechos humanos en cualquier país, sea hombre de a pie o político.
Es un deber moral reivindicar ese derecho inalienable, que, además, está consagrado de manera formal por la normativa internacional, y en consecuencia, garantizado en los Estados miembros de la comunidad mundial.
Por tanto, no tiene fundamento válido alguno condenar a los que desde más allá de las fronteras político-territoriales, impugnan conductas gubernamentales reñidas con los principios democráticos. 
Recientemente visitó nuestro país un grupo de senadores brasileños, alarmados, y con razón, por lo que está sucediendo aquí.
La persecución reiterada por razones políticas y en violación de las más elementales garantías constitucionales, no ha podido ser ocultada más.  Las evidencias golpean las conciencias de la región y el planeta. No sólo los políticos del país vecino, sino también prestigiosos e imparciales entes internacionales gubernamentales y privados han podido constatar el estado deplorable que los DDHH en Venezuela exhibe. El arduo trabajo que desde hace varios años ha realizado la oposición democrática venezolana, haciendo conocer esta gravísima situación, al fin, ha logrado cosechar frutos. Las dudas, el desconocimiento, las incomprensiones y la propaganda gubernamental que minaron esa labor difícil, afortunadamente, han sido disipadas en casi su totalidad. La mentira, como siempre, tiene las patas cortas.
Los que critican a los extranjeros, para el caso, los senadores brasileños, que vinieron a comprobar in situ en qué condiciones están las víctimas del gobierno autoritario venezolano, lo hacen echando mano del mantra demodé soberanista.  Éstos, o no comprenden el mundo sin fronteras que estamos viviendo en esa materia o sólo intentan disimular su consentimiento soterrado frente a violaciones flagrantes a los derechos fundamentales que tienen lugar en nuestro país.
Obviamente, para los gobernantes tiránicos la soberanía es un resguardo bajo el cual cobijarse. Según ellos, nadie que no sea venezolano tendría derecho alguno para opinar o actuar sobre los desmanes que perpetran los que han destruido el Estado de Derecho venezolano, que lo han vaciado de sus contenidos democráticos. El que lo haga será tildado de entrometido o de cualquier cognomento denigrante.
De allí que el recurso al chantaje soberanista sea lo típico en los déspotas y sus tontos útiles, los que tienen en aquel principio anacrónico un burladero perfecto para ponerse a salvo de la mano de la justicia, que ya no es exclusivamente nacional.
Todo el que reconozca el derecho de los extranjeros a criticar las arbitrariedades del gobierno propio será convertido, automáticamente, en traidor a la patria. Como si los maltratos, torturas, detenciones ilegales, juicios amañados y en fin, los delitos de lesa humanidad en general, fueran sólo de la incumbencia de los nacionales de un país.
Los DDHH son valores universales superiores. Frente a ellos no existe, jurídica y moralmente, poder estatal o nacionalidad que los desconozca o anule sin consecuencias. En este campo tampoco caben los relativismos absurdos. La dignidad humana es una, y el respeto a ella trasciende las fronteras. La ley no escrita de Antígona, como diría André Glucksman, concede el derecho a intervenir mediante la opinión, la ayuda, las presiones políticas y diplomáticas, y en los casos muy graves, la fuerza.
Desafortunadamente, tirios y troyanos en nuestro país, siguen manteniendo una visión aldeana, desfasada, en esta materia de la soberanía, y no son pocos los que sucumben al chantaje señalado.
El filósofo Michael Walzer, a quien he citado en otra ocasión, lo ha dicho acertadamente: “los principios de independencia política e integridad territorial no son un escudo para que se refugie la barbarie”.
La presencia de los senadores brasileños en Venezuela está ajustada no sólo a los valores democráticos, también a expresas normas internacionales, las de las Naciones Unidas, la Carta Democrática Interamericana y los Protocolos de Ushuaia de Mercosur.  
Enarbolar el principio soberanista en esta situación es abiertamente inmoral.

Emilio Nouel V.

@ENouelV

emilio.nouel@gmail.com

martes, 16 de junio de 2015


                      VENEZUELA Y LOS OSCUROS VERICUETOS DE LA DIPLOMACIA
 
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La fotografía publicada de Thomas Shannon, asesor del Departamento de Estado, junto a Diosdado Cabello ha dado mucho de qué hablar.


Conjeturas y elucubraciones variopintas van, vienen y se cruzan por los medios y las redes sociales. Cada quien tiene su interpretación, alguna que otra muy propia de la teorías conspirativas. Unos andan molestos con el gobierno norteamericano y le lanzan destemplados ataques, otros, sobre todo, del chavismo antiimperialista, confundidos; los más, perplejos.

Nadie comprende que un señor que supuestamente está investigado por delitos graves, se reúna con representante tan importante del país que lo tendría “en la mira”. ¿Cuales temas de interés de ambos pueblos fueron tratados? ¿De qué se trata esa conchupancia contra natura? ¿están los yanquis y el sector militar representado por Cabello adelantándose a una eventual transición? ¿Es que la derecha endógena del PSUV está claudicando ante el enemigo?  (No puedo dejar de imaginar a Luis Britto García, intelectual del régimen, convulsionando al ver tal encuentro que a sus ojos consumaría una traición a la revolución). ¿Cabello está en campaña de lavado de cara después del chaparrón de las últimas semanas?

Sin embargo, en el marco de opacidad de este asunto, hay algo que pareciera acercarse a la realidad: el gobierno norteamericano tiene como prioridad hacer las paces con el de Venezuela. Está decidido a atenuar o eliminar el ruido de las relaciones bilaterales, todo dentro del objetivo general de Obama de recuperar la imagen de su país frente a Latinoamérica. Es la herencia que pretende dejar en esa materia.
Detrás de las visitas y encuentros con Thomas Shannon está ese propósito, manifestado notoriamente en diversas oportunidades. Si lo está haciendo con el gobierno cubano, su enemigo a muerte durante décadas, ¿por qué no con el venezolano a pesar de los maltratos y los ataques retóricos feroces de este último?
Obviamente, varios actores internacionales, en mayor o menor medida, tienen, como decimos en Venezuela, su cuchara metida en este caldo morado. El Vaticano, los gobiernos brasileño y cubano, la OEA, UNASUR, CELAC, la Unión Europea, y quién sabe si algunos poderes fácticos.
Eso que llaman gobernanza hemisférica es lo que estaría en juego. Y también, por supuesto, los intereses crematísticos, que todos los ponen por delante.
Cubanos, brasileños, yanquis y la iglesia católica, todos buscando sacar provecho geopolítico, económico e influencia, es decir, el realismo pérfido en acción, ése del que hablaba Octavio Paz. De allí que haya que poner en cintura un gobierno cuya conducta errática y caótica, podría poner en riesgo la gobernabilidad, los negocios y la paz necesaria en el patio.
Que no se engañen los ingenuos que piensan que la investigación que realiza la fiscalía norteamericana sobre los narcos venezolanos va a impedir que Shannon o cualquier otro se reúna con supuestos investigados. Allá existe la división e independencia de los poderes, y está vigente el principio de que todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Por otro lado, los gringos, como cualquier gobierno en el mundo, si es de su conveniencia, no tienen escrúpulos en entrevistarse con quien sea, por muy desacreditado que esté.
La dinámica compleja y oscura de estos acontecimientos va avanzando hacia un desenlace que solo Nostradamus sabe.
Mucho nos queda por ver. No renunciamos a la ilusión de que el resultado final para nuestro país sea el mejor posible. Aspiramos a que nuestras diferencias en el ámbito nacional se procesen por canales institucionales y constitucionales y en paz. Igualmente, nos gustaría ver a las instituciones internacionales asumir el papel de defensores y garantes de la democracia y de los derechos fundamentales que la letra de sus tratados prescribe, pero no retóricamente, sino de manera efectiva. Es lo menos que podemos pedir los demócratas venezolanos. Obras son amores, que no buenas razones.

EMILIO NOUEL V.

 

viernes, 12 de junio de 2015

HUELGA DE HAMBRE INSENSATA E INÚTIL

 
La huelga de hambre, sin duda, es un mecanismo de presión del que se echa mano en la política y en otros ámbitos del quehacer social. Pero es igualmente claro que es un recurso in extremis, excepcionalísimo, y por razones de peso, que a lo ameriten.
Esta herramienta de presión, cuando se hace en serio, por su naturaleza, pone en riesgo la salud, cuando no, la vida de quienes participan en su puesta en práctica. Me estoy refiriendo entonces a la huelga de hambre de verdad, no a ciertas mascaradas que hemos podido ver a lo largo de nuestra vida en ciertas oportunidades.
He mencionado razones de peso, y agrego, legítimas y proporcionales al objetivo buscado.
No se puede poner en peligro la existencia o la salud por nimiedades, tonterías, o por solidaridad con otros que andan en el mismo trance. Motivaciones graves deben ser las que impulsen una iniciativa de tal envergadura. Es una decisión que hay que sopesar y fundamentar bien.
Las huelgas de hambre, siendo un instrumento válido bajo ciertas condiciones, no puede banalizarse al punto de que por “quítame estas pajas”, se inicie una. No es para guachafitas.
En nuestro país, hay que decirlo, en los últimos tiempos, se ha abusado de ellas tanto, que ya ni llaman la atención. La gente, de tanto oír y leer sobre ellas, se ha insensibilizado. Las ve como algo que forma parte del paisaje, cuando debería ser lo contrario, independientemente de las causas que las generan.
Para quienes, desde el exterior, se han enterado de las huelgas de hambre que han estallado entre nosotros, ellas alarman, y ciertamente, sirven para sensibilizar al público de otros países.
Sin embargo, vistas desde nuestro país y conociendo el porqué de estas iniciativas, sin dejar de afectarnos el cuadro perturbador y angustioso que nos muestran,  de verdad, no le vemos sentido alguno.
Por la fijación de una fecha de elecciones ¿vale tal sacrificio físico extremo?  ¿Merece la pena poner la vida en riesgo por eso? Pues no lo creo.
Si de lo que se trata es llamar la atención sobre una situación particular, otros medios son mejores y efectivos, menos comprometidos.
Comparto la idea de que no se hace huelga de hambre a quien desea nuestra muerte, ni a desalmados que la vida de los adversarios les importa poco o nada.
Una dirigencia política seria no debe estimular ni apoyar acciones de esta naturaleza bajo las condiciones que estamos viviendo en nuestro país.

Emilio Nouel V.

jueves, 4 de junio de 2015

GOBIERNO, CIFRAS ADULTERADAS Y ORGANISMOS INTERNACIONALES

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En los últimos tiempos, una institución, el Banco Central de Venezuela, que debería ser garantía de objetividad y seriedad en el manejo de graves asuntos macroeconómicos, no publica las  cifras de inflación o de los precios al consumidor.
En consecuencia, los venezolanos en general y las empresas privadas, tanto nacionales como extranjeras, deben gestionar sus negocios con brújula propia, o con un ojómetro particular, porque el ente llamado a orientarnos con sus datos económicos fundamentales, ha decidido de manera irresponsable esconderlos, como si los ciudadanos de a pie, con tal conducta, no pudiéramos percatarnos del desastre económico que vivimos. Como si el vacío de los bolsillos no fuera la prueba cotidiana del descalabro de nuestro poder de compra y el enorme deterioro del nivel de vida. ¿Cree el gobierno que ocultando las cifras el venezolano no verá que su salario apenas le alcanza para medio comer, si acaso encuentra el alimento deseado?  
Llama la atención que algunos organismos internacionales que hacen el seguimiento de asuntos como la pobreza, el hambre, la desnutrición o la educación, cuando se trata de Venezuela, no escudriñen más allá de la información sesgada que les suministra el gobierno.
Los funcionarios internacionales que hablan de seguridad alimentaria, niveles de desnutrición o de alfabetización, y lanzan loas  a las cifras que suministra el gobierno de Venezuela ¿se dan cuenta del ridículo que están haciendo?
Flaco servicio hacen a unas organizaciones que son necesarias en el mundo interdependiente de hoy, cuando se premia a países cuyo fracaso en muchos de esos temas es evidente. La pérdida de confianza en ellas aumenta en los pueblos víctimas de esos gobiernos tramposos.
Para los venezolanos, que deben hacer colas durante horas para obtener un alimento y al final se devuelven a sus hogares sin él, enterarse que, por ejemplo, la FAO, organización encargada de “alcanzar la seguridad alimentaria para todos y asegurar que las personas tengan acceso a alimentos de buena calidad que les permitan llevar una vida activa y saludable”, recompensa al gobierno, no puede menos que generarles ira, repudio contundente, una fuerte sensación de ser burlados. 
Convencidos de la necesidad y la utilidad de los entes internacionales, ¿cómo puede evitar uno experimentar una gran frustración con actuaciones de burócratas tan ligeras y descuidadas?
¿Cómo defender la actuación de estas instituciones ante un pueblo que se siente, ahora, doblemente embaucado, engatusado? Porque lo es en lo nacional y en lo internacional.
Podemos, hasta cierto punto, comprender que los funcionarios internacionales no tengan acceso directo a las fuentes de donde deriva la información. Pero es imperdonable que se otorgue alegremente un reconocimiento, sin datos comprobados, contrastados u obtenidos con metodologías adecuadas. En nuestro atribulado país, los especialistas en la materia ya lo han determinado: el acceso a los alimentos se ha estrechado, el consumo ha caído sustancialmente, la red pública de distribución de alimentos se ha reducido, el sistema agroalimentario es más vulnerable y la desnutrición se ha incrementado. 
Entonces ¿Cuales logros del gobierno chavista premia la FAO?  

EMILIO NOUEL V.