jueves, 28 de agosto de 2014

LA ERRÁTICA INTEGRACIÓN FINANCIERA DE EUROPA

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Howard Davies

LONDRES – Este verano, las dificultades ampliamente publicitadas por los que atraviesa el Banco Espírito Santo de Portugal nos recuerdan que los problemas financieros de la eurozona no se encuentran resueltos en lo absoluto. Sin duda, existen factores idiosincráticos detrás de los problemas de este banco, mismos que se derivan de su exposición a otras partes que conforman el imperio de la familia Espírito Santo. Sin embargo, cuando el banco anunció una pérdida de €3,6 mil millones ($4,7 mil millones) en el primer semestre, el colapso repentino de la confianza fue alarmante, y los inversores nerviosos empezaron a averiguar si existían bombas de tiempo similares haciendo tictac en otros lugares.
En la actualidad, todos los ojos se dirigen hacia los resultados de la revisión de la calidad de los activos (RCA) que realiza el Banco Central Europeo, revisión que se prevé concluya en un par de meses. La RCA es el elemento clave en la “evaluación exhaustiva” de los bancos de Europa que lleva a cabo el BCE antes de que en el mes de noviembre tome formalmente la responsabilidad de supervisar a más del 80% del sistema bancario de la eurozona.
El BCE, actuando con bastante sensatez, quiere que todos los horrores potenciales se visibilicen antes de tomar dicha supervisión bajo su cargo – de esta forma esta institución no podrá ser culpabilizada. Debido a que los supervisores nacionales, quienes a menudo se inclinaban por presentar fotografías color rosa de las instituciones de sus países, ya no son quienes evalúan, podemos tener la esperanza de que las evaluaciones vayan a ser más robustas que las pruebas de resistencia bancaria realizadas anteriormente bajo los auspicios de la Autoridad Bancaria Europea (ABE). Dichas pruebas, a diferencia de sus equivalentes en Estados Unidos, no lograron una recuperación de la confianza. Varios bancos que superaron con creces dichas pruebas, pronto se vieron obligados a obtener capital nuevo.
No obstante, la creación de la unión bancaria europea no ha sido el único cambio importante en la regulación financiera de Europa desde el advenimiento de la crisis. Los acontecimientos ocurridos durante el período 2007-2009 dejaron en claro que existían graves brechas e inconsistencias que debían abordarse. Por lo tanto, siguiendo las recomendaciones de un informe preparado en el año 2009 por el ex Director Gerente del FMI, Jacques de Larosière, la Comisión Europea creó tres nuevas autoridades paneuropeas encomendándoles la responsabilidad de garantizar “la aplicación consistente” de las directivas europeas.
Se llegó a un acuerdo para la creación de dichas autoridades recurriéndose a una gran ración de caramelo político: las tres economías más grandes de la Unión Europea – el Reino Unido, Francia y Alemania – fueron persuadidas para ceder algo de control al centro, a cambio de que cada una fuese la anfitriona de una de las autoridades. Consiguientemente, la ABE se estableció en Londres, la Autoridad Europea de Valores y Mercados (AEVM) fijó su sede en París, y la Autoridad Europea de Seguros y Pensiones de Jubilación (AESPJ) encontró su hogar en Frankfurt. En conjunto, se las conoce como las AES (Autoridades Europeas de Supervisión).
El camino hacia la regulación paneuropea durante las últimas dos décadas ha sido sinuoso y rocoso. En las primeras etapas, se suponía que el mercado financiero único podría funcionar sobre la base del reconocimiento mutuo: cada país iba a aceptar la regulación de los otros países cual si fuese ampliamente equivalente con la propia e iba a permitir que los negocios transfronterizos se lleven a cabo sobre dicha base. Esto resultó ser inadecuado, ya que las normas y reglas se mantuvieron muy distintas entre un país y los otros; por lo tanto, esto dio lugar a un abordaje basado en una armonización mínima, por medio de la cual las reglas medulares llegarían a ser las mismas a lo largo y ancho de toda Europa, pero iban a permanecer admisibles las variaciones y adiciones locales.
Cuando esto también resultó ser ineficaz para promover la competencia, debido a que los países utilizaron sus normas nacionales para bloquear el ingreso de nuevas empresas a sus mercados, el énfasis cambió y se dirigió hacia una armonización máxima, consiguientemente, las directivas son las que explican exactamente cómo las reglas locales se deben aplicar en toda la UE. Esto causó gran preocupación en la Ciudad de Londres, pero fue aceptado a regañadientes. Desde la crisis financiera mundial, disminuyó la capacidad de Londres para argumentar que es un lugar especial que no debe ser perturbado.
En la actualidad, con el establecimiento de las autoridades reguladoras centrales, la UE se ha desplazado a la siguiente etapa de integración financiera. No obstante, hasta el momento, las responsabilidades de estas agencias son muy limitadas. La AEVM supervisa directamente a las agencias de calificación; pero, fuera del sector bancario, las autoridades nacionales conservan sus responsabilidades de vigilancia en el día a día.
Claramente, los funcionarios de la Comisión Europea que propician la integración no consideran que esta sea una situación final satisfactoria. Así que comisionaron a Mazars, una firma contable, para que lleve a cabo una revisión prudencial de las tres AES, publicándose dicha revisión a principios de este año. El veredicto de la misma indica, a grandes rasgos, que “todo está bien, hasta el momento”. Luego, la Comisión realizó su seguimiento y publicó su propia evaluación.
Es poco probable que la Comisión se comporte de manera hipercrítica con sus propias creaciones, y en los hechos no es hipercrítica. Su informe sostiene que las AES han “establecido rápidamente organizaciones que funcionan bien y que están destinadas a contribuir al restablecimiento de la confianza en el sector financiero”, y que los participantes del mercado parecen estar ampliamente satisfechos con el trabajo que llevan a cabo dichas autoridades.
Sin embargo, los autores del informe creen que es necesario expandir los mandatos actuales, desarrollar un enfoque integral para la protección de los consumidores, y reducir aún más la influencia de las autoridades nacionales. Ellos indican que las AES deberían tener más facultades para imponer su voluntad en defensa de los intereses de la UE en su conjunto. También señalan que sus presidentes deberían tener mayor poder de discreción para actuar por iniciativa propia. Además, afirman que las AES necesitan más dinero, mismo que probablemente podría provenir de los pagos de tarifas que se impongan a las empresas financieras, y finalmente establecen que se debería considerar la fusión de las tres autoridades en un solo lugar, presumiblemente en Bruselas.
La dirección general está clara. A menos que el nuevo Comisario de Mercado Interior tenga un punto de vista distinto, la Comisión Europea tiene previsto continuar con su avance en el camino que conduce hacia una verdadera regulación paneuropea. Al presente, el informe va a pasar a ser considerado por el Parlamento Europeo, donde es previsible que se vaya a presionar más fuertemente en pos de lograr una mayor integración, tal como usualmente ocurre.
Una autoridad única, o tal vez dos o tres que trabajen en estrecha colaboración, es una forma de organización lógica para la eurozona, y quizás para todo el mercado financiero de la UE. Esta forma sería un complemento útil para el nueva rol de supervisión del BCE. Sin embargo, la pregunta es: ¿estará Londres, en esta oportunidad, de acuerdo con dicha forma de organización?
El gobierno británico, al fin de cuentas, se ha embarcado en un camino que va precisamente en la dirección opuesta – se dirige hacia la reducción de las funciones de los organismos centrales y hacia la repatriación de facultades, radicándolas en las capitales nacionales. Si se considera el papel central que Londres desempeña en los mercados financieros de la UE, y su sensibilidad política en el Reino Unido, es de esperar que se presenten problemas en el futuro.

Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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