miércoles, 11 de junio de 2014

LUMPEN “EMPODERADO”


“Esta gente lucha con la mayor valentía. Si son
dirigidos de una manera justa pueden convertirse
en una fuerza revolucionaria”

                                                              Mao Zedong

“La esencia del mito del bandido es la redistribución 
social y la justicia para los pobres (…)
la emancipación de la humanidad no puede
limitarse exclusivamente a las personas respetables. Las no
respetables también se rebelan, a su manera”
                                                              Eric Hobsbawn

Aunque la palabrita (empoderado) no me gusta para nada, la utilizo aquí sólo para llamar la atención sobre estas líneas, sobre todo, porque mucho se ha hablado de un supuesto empoderamiento del pueblo por parte del chavismo, idea comprada, incluso, por opositores.
Creo, no obstante, que son otros los empoderados.
Hace unos días me referí al caso “Gordo Bayón”. Sobran las palabras sobre lo que él destapó. La colectividad nacional, boquiabierta, pudo enterarse ampliamente de los detalles escabrosos e insólitos del suceso, del contubernio gubernamental con el delincuente.  La podredumbre del poder establecido, que ya harto conocíamos, queda al descubierto, en todo su esplendor, con su asesinato.  
Lo turbador de este asunto es que él representa sólo el vértice de un enorme iceberg, la expresión de un fenómeno más amplio y profundo que anida en las entrañas de un movimiento político moralmente corrompido, depravado, desde su base hasta la cúpula, escondido detrás de un discurso de redención social y seguido, en no poca medida, por gente sencilla e ingenua.
Obviamente, aquí hay una ideología delirante que casa perfectamente con una expresión delincuencial de la sociedad, y que ambas se retroalimentan.
Es la ideología que ve al malandro como una víctima de la sociedad capitalista, un anti-sistema y frente al cual se debe ser comprensivo.
Es, por otro lado, el delincuente que ve al poder político como un medio propicio para multiplicar sus fechorías y evadir la aplicación de la ley.
En otra ocasión dije que ser malandro en Venezuela no comporta riesgos, ni costos. Es barato delinquir. La impunidad reinante, estimulada y mantenida desde Miraflores, es garantía para el delincuente. Venezuela, sin duda, es hoy el paraíso de los forajidos de todo pelaje.
Si a ello agregamos el maridaje estrecho con el poder gobernante, el coctel no puede ser más tóxico y letal en términos sociales.
Decir que el malandro ha sido empoderado por el gobierno chavista durante los últimos años, de ninguna manera es una exageración producto de una mente opositora.
Todo venezolano sensato lo reconoce. No sólo el opositor, también el que aun mantiene simpatías por quienes gobiernan. Ambos son víctimas de este desastre, de una u otra manera, directa o indirectamente.
Estos “empoderados” están en las oficinas públicas, en altos, medianos y bajos cargos. En la Asamblea Nacional, gobernaciones y Alcaldías. Los encontramos en las empresas estatales quebradas gracias a las prácticas de tráfico de influencias, peculado, despilfarro y malversación. PDVSA, SIDOR y las demás han sido esquilmadas por pandillas de bandidos.
El historiador inglés marxista Eric Hobsbawn escribió en un interesante libro titulado Bandidos, que “para el universo genuino del hampa, las revoluciones son poco más que ocasiones insólitamente buenas para perpetrar el crimen”. Históricamente hablando -agrega- el bandido que se atrevía a robar o secuestrar a los ricos, a hacer lo que otros no se atrevían, se convirtió en un héroe popular. En tiempos de revolución, un aliado de los revolucionarios. Para muchos de éstos, el gánster es un “insurrecto auténticamente libertario”, y ven en el saqueo, por ejemplo, un paso hacia la expropiación espontánea de la burguesía por los oprimidos.
Para Hobsbawn, el delincuente tipo Robin  Hood no se puede considerar fuera del contexto de la política. Cita una frase del célebre anarquista Bakunin, que idealizaba al bandido: “el revolucionario único y auténtico, un revolucionario sin frases exquisitas, sin retórica culta, un revolucionario popular y social”. (*)
El partido bolchevique y el de Mao incorporaron no pocos delincuentes a sus filas. Sin embargo, concluye Hobsbawn, la contribución de los bandidos, “el bandolerismo social”, a la revolución moderna es ambigua, dudosa y de corta duración. Pero en cualquier caso, jugaron y juegan un papel al lado de movimientos políticos revolucionarios. No pocos se volvieron iconos para la izquierda revolucionaria. Pancho Villa fue uno.
La ETA y las FARC, por ejemplo, han establecido alianzas con delincuentes transnacionales. Está más que demostrado también que el castrismo cubano ha mantenido negocios con el narcotráfico. En Venezuela, sabemos de muchos izquierdistas que hicieron del crimen su modo de vida, antecesores de grupos paramilitares que hoy se dicen llamar “colectivos”. Carlos el Chacal es emblemático.
No nos debería extrañar que algunos de los que desgobiernan a Venezuela, vean al delincuente parte de su fuerza protestaria y cuestionadora del sistema social capitalista. El mundo sin ley que son las cárceles del país es sólo una expresión más del despelote al que conduce una ideología.  
Visto lo visto, no me cabe la menor duda, el malandro está empoderado en Venezuela.


EMILIO NOUEL V.

@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com

(*) Hobsbawn, Eric (2001): BANDIDOS, Crítica, Barcelona.

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