viernes, 28 de junio de 2013

EL IMPERATIVO DEL LIBRE COMERCIO TRASATLÁNTICO

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Alfred Gusenbauer

VIENA – La confirmación de la designación de Michael Froman como representante comercial de los Estados Unidos es buena ocasión para destacar las grandes oportunidades que se derivarían de la firma de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos y que beneficiarían a ambas partes y al mundo entero.

La economía global se encuentra en este momento dividida en tres niveles (crecimiento al 6% en los mercados emergentes, 2% en Estados Unidos y cero en Europa) y muestra signos preocupantes de parálisis y unilateralismo nacionalista. No pocos prevén el inicio de guerras de divisas.
En semejante entorno global, económicamente incierto y lleno de tentaciones proteccionistas, el logro de un acuerdo de libre comercio entre los dos bloques comerciales más grandes del mundo (que juntos representan alrededor del 40% del PIB global) es más importante que nunca. A lo largo de la historia, el libre comercio y el crecimiento económico han ido de la mano (lo mismo que el proteccionismo y el estancamiento). Una mayor integración comercial entre Estados Unidos y las economías de la UE fortalecería el crecimiento a ambos lados del Atlántico.
Las previsiones hablan de que este año la economía estadounidense crecerá un 2%, a pesar de una reducción del gasto público equivalente al 1,8% del PIB, lo que implica un crecimiento del 3,8% en el sector privado. Tanto la Reserva Federal estadounidense como el Banco Central Europeo han intervenido activamente para impulsar la recuperación económica, pero los resultados no podrían ser más diferentes.
Mientras Estados Unidos pudo controlar la crisis bancaria velozmente y en forma sostenible, Europa todavía anda de rescate en rescate. Además, es obvio que el programa estadounidense de estímulo funcionó (a pesar de las críticas que recibió desde la izquierda por insuficiente y desde la derecha por excesivo). También puede ser que haya ayudado cierta diferencia básica de mentalidad: a la hora de evaluar oportunidades, muchos europeos tienden a sobrevalorar los riesgos.
Sea como sea, Estados Unidos es el primer país de la economía global afectado por la recesión donde los programas de estímulo fiscal se tradujeron en niveles de inversión privada y crecimiento que hacen posible la consolidación fiscal. Ahora, cuanto mayor sea el crecimiento conjunto de Estados Unidos y la Unión Europea, tanto más se beneficiará esta última a partir de la recuperación estadounidense.
La demanda de bienes de fabricación europea aumentará, y los estados miembros de la UE pueden (y deben) alinear sus economías con el crecimiento estadounidense. La historia nos enseña que esperar que Europa sea capaz de recuperarse sola puede resultar engañoso, ya que el ciclo económico europeo casi siempre sigue al ciclo estadounidense y lo refuerza. Por ejemplo, muchos consideran hoy que la posibilidad de una recesión prolongada en Europa es (junto con los recortes presupuestarios) el principal riesgo al que se enfrenta la recuperación sostenida de Estados Unidos.
En la actualidad, el costo laboral en el sector industrial estadounidense es un 25% inferior a la media europea. Pero más importante es la diferencia en el costo de la energía, que es un 50% inferior en Estados Unidos (divergencia que seguramente se ampliará conforme avance la revolución del shale estadounidense).
Esto ha llevado a diversas industrias europeas altamente dependientes de la energía (por ejemplo, fabricantes de vidrio, acero, compuestos químicos y productos farmacéuticos) a hacer grandes inversiones en Estados Unidos. Se trata de industrias que normalmente producen insumos de alta calidad destinados a un posterior procesamiento en Europa; se da el caso de la fábrica austríaca de acero Voestalpine AG, que comenzará a producir pellets de acero en el sur de Estados Unidos que luego serán usados para la creación de aleaciones de alta calidad en Austria.
La combinación del reducido costo de producción estadounidense con la avanzada capacidad europea para la terminación de productos es una receta para fabricar productos de primera calidad a precios competitivos. De este modo, la inversión europea contribuye a la reindustrialización de Estados Unidos al tiempo que asegura la creación de empleos de alta calidad en Europa.
Pero Europa debe esforzarse más en revitalizar su propio sector fabril. El último intento de crear una zona de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos (que tuvo lugar durante la presidencia de Bill Clinton) fracasó por la política agrícola (rígida y anticuada) de la Unión Europea. Se necesita un nuevo intento que ayude a Europa a sustituir su política agrícola con una política de investigación y desarrollo que apunte a mejorar la competitividad industrial.
En las cumbres multilaterales se habla mucho acerca de coordinación de políticas, pero lo cierto es que la economía mundial tiene desequilibrios que están provocando un aumento de tensiones. Ahora que muchos buscan la salvación en el nacionalismo, una zona de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos sería un símbolo elocuente de las ventajas de la cooperación para la superación de los desafíos globales.
Hay además otro factor geopolítico que contribuye a cambiar las reglas del juego: la creciente importancia económica de Asia. El impresionante rearme de China demuestra que el poder económico no acompañado de poder militar es un fenómeno transitorio. El centro de atención de la política mundial se está trasladando del Atlántico al Pacífico.
Europa debería saber cuál es su lugar de pertenencia. Un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos fortalecería los lazos políticos transatlánticos y sería la prueba concluyente de que las frecuentes quejas acerca de que Estados Unidos ha perdido el interés en Europa son infundadas.
En su segundo discurso inaugural, el presidente Barack Obama destacó la creación de una zona de libre comercio con la Unión Europea como uno de los proyectos centrales de su segundo mandato, concepto que repitió el secretario de Estado, John Kerry, durante su última visita a Alemania. Ahora corresponde a los países de la Unión Europea con perfil exportador (como Alemania, los Países Bajos, Suecia y Austria) presionar para que se dé una respuesta a la oferta estadounidense de negociaciones.
Europa lleva demasiado tiempo mirándose el ombligo. Sus problemas económicos han puesto en entredicho la capacidad del capitalismo democrático europeo para sobrevivir al desafío económico planteado por regímenes autoritarios y semiautoritarios.
Antes que dejarse estar en medio de dudas y lamentos, yo soy el primero en preferir la toma de decisiones políticas. Con la firma de un pacto comercial transatlántico, las economías de ambos lados del océano se pondrían en correspondencia con los intereses fundamentales de Occidente.

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