miércoles, 7 de noviembre de 2012


       4 AÑOS MÁS PARA OBAMA



Hace 4 años escribí que la elección de Barack Obama constituía una nueva revolución americana que tocaba las profundidades del alma de esa Nación. Que EEUU exhibía su extraordinaria vitalidad y también su excepcionalidad. Era insólito que un mulato, hijo de inmigrante, llegara a la Casa Blanca con los votos de la mayoría de los estadounidenses. 
Hoy EEUU confirma que sigue siendo la democracia más sólida y vigorosa del planeta, con una gran capacidad para el cambio, todo en el marco de los valores fundamentales que fijaron sus fundadores. 
En aquel entonces la emoción que lo llevó a la Casa Blanca fue enorme, dentro y fuera de ese país. 
En esta oportunidad no la ha sido tanto. Si bien el desgaste natural del ejercicio gubernamental produce estragos, con más razón cuando pensamos en lo que le ha tocado a Obama como consecuencia de la crisis económica y financiera interna e internacional. De distintos ángulos, se ha cuestionado el manejo de esta crisis por su gobierno, pero, visto lo visto, pudo superar la prueba. 
Obama reitera su posición mayoritaria en el electorado de su país en competencia cerrada. No fue apabullado Romney. Ciertos sectores claves hicieron la diferencia, y pareciera que fueron los latinos, a quienes, en general, no les agradó la propuesta del republicano en materia inmigratoria, la autodeportación. 
El país está dividido en dos partes cercanas en tamaño. Y el descontento seguirá allí, una nueva oportunidad para Obama de no defraudar. 
La composición del congreso favorece a los republicanos. Si los partidos colocan los intereses de la Nación por encima, podrían adelantarse iniciativas bipartidistas que traigan beneficios colectivos sin distingos de sectores. Pero no luce fácil ese panorama. La negociación en este nuevo mandato promete ser ardua.
En lo externo, durante sus primeros 4 años, Obama reafirmó su talante abierto al diálogo y la concertación, de cara a temas cruciales que aquejan al mundo. No se ha inmiscuido más allá de lo “necesario” en ciertos temas, lo cual le ha granjeado críticas. En esto ha sido un alumno muy aplicado de la tradición jeffersoniana que enseña que la política exterior de EEUU no debería involucrarse mucho en el mundo, que debería preocuparse más en preservar la democracia a lo interno, y que prefiere que el poder norteamericano se mantenga dentro de los límites que los ciudadanos escojan para ellos mismos y no confinarse en los que los otros le elijan. 
Así, de alguna manera se sustrajo a problemas políticos y económicos de nuestro hemisferio, lo cual no ha dejado de ser cuestionado por algunos que señalan que esta conducta displicente ha permitido los avances de la China en nuestro patio. Y ciertamente, a remolque fue llevado Obama a firmar los TLCs con Panamá, Perú y Colombia. Y ha dejado ejercer la hegemonía a Brasil en Suramérica. Sin duda, es otra la visión de los asuntos internacionales que tiene el reelecto presidente, si lo comparamos con los anteriores. 
En relación con Latinoamérica (LA), ya lo he dicho, no debe esperarse un viraje sustantivo en lo que ha sido la dinámica de los años recientes. Basta leer la plataforma programática del partido demócrata para percatarse de la poca importancia que se concede a nuestra región en los asuntos prioritarios. Mientras vemos allí un desarrollo amplio de lineamientos y políticas hacia otras regiones, a LA se le dedican muy pocas líneas, que no van más allá del saludo a la bandera que significa decir que se reforzarán los lazos de amistad y se incrementará la cooperación en los temas del combate al narcotráfico y el terrorismo. 
Quizás el hecho de que en el hemisferio no haya mayores problemas de seguridad que amenacen a EEUU, como en otras épocas; que en materia comercial estén instituidas unas reglas aceptadas y en ejecución a lo largo y ancho del continente, o que hay países que se han echado a andar por cuenta propia, todo ello conduzca a ese país a no preocuparse de manera particular de lo que ocurra en la región y a dar por descontado una relación establecida, normal; de allí su desinterés o indiferencia relativa en lo retórico. 
Sean cuales sean las razones del comportamiento de EEUU hacia LA, a mi juicio, es la hora de abandonar el discurso de reproches hacia ese país porque no tenga políticas de ayudas o porque no nos confiera mayor atención. Es tiempo que asumamos los retos del mundo en que vivimos contando con nuestras propias fuerzas e iniciativas, lo que no implica desdeñar la aproximación cooperativa exterior. 
Obviamente, con el país más poderoso del globo, vecino hemisférico y socio, nuestras relaciones deben ser las más cordiales y fructíferas que se pueda tener. De EEUU tenemos mucho que aprender. Nuestros lazos históricos y el compartir los mismos valores universales nos imponen la convergencia y el entendimiento. Una mayor integración comercial y mejores mecanismos de cooperación (científicos, tecnológicos, culturales, de seguridad colectiva, etc) son necesarios de cara a los problemas que enfrenta el mundo. Esperamos de EEUU y del nuevo gobierno consecuencia con los principios, el respeto mutuo y la preservación de la paz. Lo que es decir bastante.

EMILIO NOUEL V.

@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com 

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