miércoles, 22 de junio de 2011

MI ARTÍCULO DE LA SEMANA

UNA PROPUESTA PARA EL NUEVO PRESIDENTE: SÁQUENOS DE MERCOSUR


¿Qué beneficios económicos, comerciales o políticos reporta a los venezolanos el ingreso a Mercosur en las presentes circunstancias del país? Pregunto de otra forma: ¿en qué nos perjudicaría no pertenecer a ese régimen de integración?

A mi juicio, la respuesta a la primera interrogante es: ninguno; y a la segunda, en nada. Porque simplemente, para lo que necesitaríamos de esos países, no hace falta pertenecer a ese bloque. En cambio, si perteneciéramos a él, en estos momentos, nuestro sector económico nacional se vería perjudicado, si no hacemos una negociación adecuada. Y esto lo decimos, no por razones proteccionistas anacrónicas, sino por motivos eminentemente pragmáticos.

Como se sabe, la iniciativa de fortalecer los lazos con los países que conforman ese esquema de integración partió del segundo gobierno del presidente Rafael Caldera, aunque en esa administración no hubo ninguna concreción en términos de compromisos formales de ingreso al bloque comercial.

Es en el actual gobierno en donde se cumplen pasos más firmes en ese sentido. Primero, obtenemos la condición de miembro asociado en Iguazú, el año 2004, para luego pasar a formalizar la membresía de pleno derecho mediante un Protocolo de Adhesión suscrito en 2006.

Sin embargo, a pesar de que los gobiernos de turno de los países mercosurianos aprobaron tal protocolo, éste debía cumplir, para su entrada en vigencia, con la aprobación de todos los parlamentos. Los de Argentina, Uruguay y Venezuela, lo aprobaron con premura; en cambio, el de Brasil tardó 4 largos años de dura discusión hasta obtener una votación favorable.

En el caso de Paraguay, no ha sido posible la ratificación en el senado, en virtud de los cuestionamientos que se hacen al régimen venezolano por sus violaciones al Estado de derecho, lo cual es contrario a los principios democráticos que animan a Mercosur. El gobierno paraguayo no ha logrado conformar una mayoría que dé luz verde a la aprobación, aunque no sería de extrañar que de un momento a otro, una negociación entre las fuerzas políticas, logre allanar el camino. Incluso se han oído denuncias de supuestos sobornos, aun no comprobadas.

De modo pues que el anhelo del gobierno venezolano de ingresar a Mercosur, no se ha producido, y el país, desincorporado definitivamente de la CAN, se encuentra en una suerte de limbo en ese ámbito de la integración regional.

Aquí cabe entonces la pregunta sobre cuál camino recorrer en lo sucesivo, sobre todo, si pensamos en que en un año y medio, es muy probable que se instale un nuevo gobierno en nuestro país, y sea necesario tomar decisiones sobre estos asuntos.

No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Y los desaguisados y absurdos cometidos por el actual gobernante de Venezuela en la materia que nos ocupa, pueden abrirnos otras oportunidades que deberíamos aprovechar.

Sin lesionar o desdeñar iniciativas de la integración con países vecinos, en la región y/o el hemisferio, pero sin encallejonarse en ellas, considero válida la idea de explorar opciones de apertura comercial más flexibles y amplias, que vayan más allá de los esquemas de integración existentes. Quizás el país necesite más libertad y margen de maniobra para establecer sus relaciones comerciales, sin ataduras a esquemas rígidos. La trayectoria de Chile sería un ejemplo a considerar.

A pesar de no ser miembro de Mercosur, las cifras de nuestro comercio con esos países, en el último lustro, son dramáticamente elocuentes. Ha aumentado en cantidades inéditas. Pero es un camino de una sola vía. La balanza comercial es enormemente favorable a ellos. Nuestras exportaciones son deleznables, irrisorias, comparadas con las de ellos hacia Venezuela. El impacto que en la actualidad tienen para el aparato productivo nacional, en estado deplorable, es contundente. El sector agrícola y agroindustrial es el más perjudicado, agravado con la competencia desleal que hace el gobierno, al aprovechar todas las ventajas impositivas, cambiarias y los subsidios en las importaciones que realizan las empresas estatales. Como mercosurianos, los aranceles de importación para los productos agrícolas se reducirían en un 40% en relación con el nivel que se tenía mientras estuvimos en la CAN.

En tal sentido, la competencia para los venezolanos, en caso de ingresar a un Mercosur, por cierto, en permanente discordia y estancado, será letal, si no se realiza antes una negociación adecuada, lo que, lamentablemente, no se ha hecho; no sólo por impericia e ignorancia, sino también porque las razones que se han impuesto son de naturaleza eminentemente política.

Por otro lado, es conocido que nuestro ingreso a Mercosur ha sido inconsulto, no goza de la anuencia o el consenso de los distintos sectores nacionales interesados. Haría falta cumplir ese paso indispensable antes de cualquier decisión que tomara el nuevo gobierno venezolano. De allí que lo más conveniente sea dejar sin efecto el proceso de incorporación a ese bloque comercial, formalizándolo mediante una comunicación basada en los tratados suscritos -no en vigor aún- y la normativa internacional que corresponda.

Una decisión como ésta, trasmitida a los países amigos de Mercosur, deberá ser motivada. Y si al momento de asumir el nuevo gobierno, ha sido ratificado el Protocolo de Adhesión por Paraguay, habrá que denunciarlo, de conformidad con el Tratado de Asunción.

En caso de que no haya tenido lugar la ratificación paraguaya, el curso de la medida será más expedito. Sin abjurar de nuestra vocación integracionista, ni infringir principios constitucionales y apegados a la normativa internacional aplicable, estamos seguros que aquellos países comprenderán que el nuevo gobierno, en su labor de poner orden en casa, precisará redimensionar un conjunto de temas políticos, económicos y sociales, entre los cuales juega papel fundamental, el de las relaciones internacionales, las cuales deberán responder a las nuevas políticas que se pondrán en práctica. Y el tema de Mercosur entraría en estas reconsideraciones, no descartando que en un futuro se inicie una nueva negociación. Mientras esto ocurre, mantendríamos nuestra condición de miembro asociado, y el intercambio se haría en tanto que tal. Las relaciones políticas serán, como es tradición, las más cordiales y respetuosas, en el marco de la cooperación regional.

Ser miembro de Mercosur en los términos en que ha sido pactado por el gobierno actual no tiene sentido y es contrario a los intereses de la República. Todo el comercio que sea necesario con esos países lo realizaremos, y esperamos que se incremente, bajo condiciones equitativas.

No obstante, es necesario redefinir nuestras relaciones comerciales en general y con esos países amigos en particular, sobre otras bases, más cónsonas con la Venezuela que amanecerá en el 2012 y el nuevo gobierno que tomará posesión. Nuestras prioridades deberán ser nuestros socios históricos, con quienes tenemos amplios lazos de comercio, amistad y cooperación, quebrantados en los últimos tiempos; esto sin desdeñar abrirnos progresivamente hacia otros espacios nuevos y/o más lejanos.

Es muy probable que los dislates gubernamentales cometidos en la última década, paradójicamente, estén abriendo a Venezuela nuevos derroteros económicos internacionales que apunten al objetivo, no pocas veces frustrado, de engancharnos de la mejor manera posible en la globalidad.

EMILIO NOUEL V.

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