miércoles, 22 de junio de 2011

MI ARTÍCULO DE LA SEMANA

UNA PROPUESTA PARA EL NUEVO PRESIDENTE: SÁQUENOS DE MERCOSUR


¿Qué beneficios económicos, comerciales o políticos reporta a los venezolanos el ingreso a Mercosur en las presentes circunstancias del país? Pregunto de otra forma: ¿en qué nos perjudicaría no pertenecer a ese régimen de integración?

A mi juicio, la respuesta a la primera interrogante es: ninguno; y a la segunda, en nada. Porque simplemente, para lo que necesitaríamos de esos países, no hace falta pertenecer a ese bloque. En cambio, si perteneciéramos a él, en estos momentos, nuestro sector económico nacional se vería perjudicado, si no hacemos una negociación adecuada. Y esto lo decimos, no por razones proteccionistas anacrónicas, sino por motivos eminentemente pragmáticos.

Como se sabe, la iniciativa de fortalecer los lazos con los países que conforman ese esquema de integración partió del segundo gobierno del presidente Rafael Caldera, aunque en esa administración no hubo ninguna concreción en términos de compromisos formales de ingreso al bloque comercial.

Es en el actual gobierno en donde se cumplen pasos más firmes en ese sentido. Primero, obtenemos la condición de miembro asociado en Iguazú, el año 2004, para luego pasar a formalizar la membresía de pleno derecho mediante un Protocolo de Adhesión suscrito en 2006.

Sin embargo, a pesar de que los gobiernos de turno de los países mercosurianos aprobaron tal protocolo, éste debía cumplir, para su entrada en vigencia, con la aprobación de todos los parlamentos. Los de Argentina, Uruguay y Venezuela, lo aprobaron con premura; en cambio, el de Brasil tardó 4 largos años de dura discusión hasta obtener una votación favorable.

En el caso de Paraguay, no ha sido posible la ratificación en el senado, en virtud de los cuestionamientos que se hacen al régimen venezolano por sus violaciones al Estado de derecho, lo cual es contrario a los principios democráticos que animan a Mercosur. El gobierno paraguayo no ha logrado conformar una mayoría que dé luz verde a la aprobación, aunque no sería de extrañar que de un momento a otro, una negociación entre las fuerzas políticas, logre allanar el camino. Incluso se han oído denuncias de supuestos sobornos, aun no comprobadas.

De modo pues que el anhelo del gobierno venezolano de ingresar a Mercosur, no se ha producido, y el país, desincorporado definitivamente de la CAN, se encuentra en una suerte de limbo en ese ámbito de la integración regional.

Aquí cabe entonces la pregunta sobre cuál camino recorrer en lo sucesivo, sobre todo, si pensamos en que en un año y medio, es muy probable que se instale un nuevo gobierno en nuestro país, y sea necesario tomar decisiones sobre estos asuntos.

No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Y los desaguisados y absurdos cometidos por el actual gobernante de Venezuela en la materia que nos ocupa, pueden abrirnos otras oportunidades que deberíamos aprovechar.

Sin lesionar o desdeñar iniciativas de la integración con países vecinos, en la región y/o el hemisferio, pero sin encallejonarse en ellas, considero válida la idea de explorar opciones de apertura comercial más flexibles y amplias, que vayan más allá de los esquemas de integración existentes. Quizás el país necesite más libertad y margen de maniobra para establecer sus relaciones comerciales, sin ataduras a esquemas rígidos. La trayectoria de Chile sería un ejemplo a considerar.

A pesar de no ser miembro de Mercosur, las cifras de nuestro comercio con esos países, en el último lustro, son dramáticamente elocuentes. Ha aumentado en cantidades inéditas. Pero es un camino de una sola vía. La balanza comercial es enormemente favorable a ellos. Nuestras exportaciones son deleznables, irrisorias, comparadas con las de ellos hacia Venezuela. El impacto que en la actualidad tienen para el aparato productivo nacional, en estado deplorable, es contundente. El sector agrícola y agroindustrial es el más perjudicado, agravado con la competencia desleal que hace el gobierno, al aprovechar todas las ventajas impositivas, cambiarias y los subsidios en las importaciones que realizan las empresas estatales. Como mercosurianos, los aranceles de importación para los productos agrícolas se reducirían en un 40% en relación con el nivel que se tenía mientras estuvimos en la CAN.

En tal sentido, la competencia para los venezolanos, en caso de ingresar a un Mercosur, por cierto, en permanente discordia y estancado, será letal, si no se realiza antes una negociación adecuada, lo que, lamentablemente, no se ha hecho; no sólo por impericia e ignorancia, sino también porque las razones que se han impuesto son de naturaleza eminentemente política.

Por otro lado, es conocido que nuestro ingreso a Mercosur ha sido inconsulto, no goza de la anuencia o el consenso de los distintos sectores nacionales interesados. Haría falta cumplir ese paso indispensable antes de cualquier decisión que tomara el nuevo gobierno venezolano. De allí que lo más conveniente sea dejar sin efecto el proceso de incorporación a ese bloque comercial, formalizándolo mediante una comunicación basada en los tratados suscritos -no en vigor aún- y la normativa internacional que corresponda.

Una decisión como ésta, trasmitida a los países amigos de Mercosur, deberá ser motivada. Y si al momento de asumir el nuevo gobierno, ha sido ratificado el Protocolo de Adhesión por Paraguay, habrá que denunciarlo, de conformidad con el Tratado de Asunción.

En caso de que no haya tenido lugar la ratificación paraguaya, el curso de la medida será más expedito. Sin abjurar de nuestra vocación integracionista, ni infringir principios constitucionales y apegados a la normativa internacional aplicable, estamos seguros que aquellos países comprenderán que el nuevo gobierno, en su labor de poner orden en casa, precisará redimensionar un conjunto de temas políticos, económicos y sociales, entre los cuales juega papel fundamental, el de las relaciones internacionales, las cuales deberán responder a las nuevas políticas que se pondrán en práctica. Y el tema de Mercosur entraría en estas reconsideraciones, no descartando que en un futuro se inicie una nueva negociación. Mientras esto ocurre, mantendríamos nuestra condición de miembro asociado, y el intercambio se haría en tanto que tal. Las relaciones políticas serán, como es tradición, las más cordiales y respetuosas, en el marco de la cooperación regional.

Ser miembro de Mercosur en los términos en que ha sido pactado por el gobierno actual no tiene sentido y es contrario a los intereses de la República. Todo el comercio que sea necesario con esos países lo realizaremos, y esperamos que se incremente, bajo condiciones equitativas.

No obstante, es necesario redefinir nuestras relaciones comerciales en general y con esos países amigos en particular, sobre otras bases, más cónsonas con la Venezuela que amanecerá en el 2012 y el nuevo gobierno que tomará posesión. Nuestras prioridades deberán ser nuestros socios históricos, con quienes tenemos amplios lazos de comercio, amistad y cooperación, quebrantados en los últimos tiempos; esto sin desdeñar abrirnos progresivamente hacia otros espacios nuevos y/o más lejanos.

Es muy probable que los dislates gubernamentales cometidos en la última década, paradójicamente, estén abriendo a Venezuela nuevos derroteros económicos internacionales que apunten al objetivo, no pocas veces frustrado, de engancharnos de la mejor manera posible en la globalidad.

EMILIO NOUEL V.

lunes, 20 de junio de 2011

MI ARTÍCULO DE LA SEMANA

EL DESBARAJUSTE


EMILIO NOUEL

La sensación cada día más sólida y angustiante de que nos deslizamos peligrosamente hacia un desbarajuste general tiene fundamento real; no es una invención oposicionista interesada, ni es afán catastrofista.

Allí están las evidencias golpeándonos a la cara a diario; concretadas en los graves problemas, entre muchos otros, de la electricidad, de la CANTV, del desastroso estado de las vías públicas, del dantesco espectáculo de las cárceles, del hampa desaforada, de la repugnante y potenciada corrupción en las oficinas y empresas públicas, en fin, del desgobierno que en estos días se hace desde un lecho de enfermo en La Habana.

Este notorio derrumbe de los servicios públicos y el concomitante desorden social que genera, la anomia cotidiana, la matraca de funcionarios públicos y los negociados milmillonarios, que observamos en diversos ámbitos, todo producto directo de un poder sustancialmente incompetente y corrupto, plantean a las fuerzas democráticas graves desafíos.

Son los retos del tiempo que le reste a este gobierno autocrático al frente de la administración, por un lado, y los que deberá encarar al llegar a Miraflores, por otro.

Ambos son complejos y requerirán mucha inteligencia, habilidad y sentido de las oportunidades.

Lo que estamos presenciando, por ejemplo, con el extrañamiento del país, del presidente, por razones de enfermedad, es inaudito, vergonzoso, muestra palmaria de lo que estamos comentando.

Solo a observadores “naifs” pueden convencer que esa estadía en Cuba fue imprevista, una emergencia. Todo apunta a que estaba programada con antelación. De allí que todas las previsiones constitucionales debieron ser puestas en práctica, mientras el presidente se ausentaba por enfermedad. Es lo que ocurre en un país en donde las leyes y las instituciones se acatan.

No obstante, los que nos desgobiernan, acostumbrados a la arbitrariedad y la opacidad en su actuación pública, optaron por la solución que más suspicacias y cuestionamientos iban a suscitar.

Suscribir y ejecutar actos de gobierno o administrativos desde el territorio de otro país, como si nada, e independientemente de sus contenidos, no es asunto menor, si tenemos respeto por la Carta Magna. Demostración mayor de desprecio a los venezolanos, su institucionalidad, no puede ser concebida. Y no es asunto de mera formalidad, como algunos genuflexos asambleístas oficialistas, han pretendido dejar asentado, buscando minimizarlo.

Es una bofetada más al país, que será recordada en nuestra historia como la afrenta más ignominiosa que gobernante alguno haya perpetrado contra sus conciudadanos.

Ejecutar actos de gobierno, suscribir decretos, ordenar nombramientos, cuya documentación oficial señala falsamente que han sido concretados o refrendados en Venezuela, cuando es público y notorio que el presidente está fuera del territorio nacional, es una flagrante y grosera mentira, amén de una violación a nuestro ordenamiento jurídico, que no tiene justificación ni fundamentación alguna, que los vicia de nulidad.

Esta impudicia gubernamental, este irrespeto a la legalidad, desde las altas esferas del poder, es el mal ejemplo que se ha transmitido a la sociedad en la última década, la cual se siente con el mismo derecho para hacer otro tanto.

Transgredir la ley se vuelve así en conducta normal aceptada, avalada por quienes tienen el deber de hacer cumplir aquella. Si los gobernantes olímpica y públicamente lo hacen ¿por qué no lo puede hacer cualquier ciudadano de a pie? ¿Por qué no estarían autorizados también los “pranes” que gobiernan las cárceles del país a realizar sus actos delictivos? ¿No tendrían igualmente “razones” para su comercio ilícto los funcionarios civiles y militares que venden armas largas a esos “pranes”?

De allí al caos social no hay más que un paso.

Esta conducta gubernamental reprochable demanda respuestas políticas claras y contundentes de parte de la oposición. Las ha dado, pero debe ampliarlas, proyectarlas, estructurarlas, conectarlas mejor con la población harta o que comienza a hartarse del gobierno.

Ante esta sensación de deslizamiento progresivo hacia el caos social, cuyas causas reales son la incompetencia, la corrupción y la ideología demencial chavista, las fuerzas democráticas deben responder coherentemente, convirtiéndose en la esperanza y garantía segura de estabilidad y prosperidad en los años por venir. Ése el reto más importante.

jueves, 16 de junio de 2011

COMENTARIO SOBRE EL LIBRO “EXILIO A LA VIDA”. (16 de Junio

DE 2011)



Apreciados amigos:

El libro que motiva esta reunión hoy es de un gran valor histórico, de un profundo contenido humano y político, sin dejar de decir que es también una oportuna y necesaria advertencia para las generaciones presentes y futuras, por muy dolorosas que sean las situaciones personales que en él se relatan.

Quisiera iniciar estos comentarios sumarios evocando brevemente una experiencia personal, si ustedes me lo permiten.

Finalizados mis estudios universitarios, fui a estudiar a Francia.

Allí tuve la oportunidad de visitar un museo, en Besacon, el Musée de la Resistance et de la deportation. Con dos amigos venezolanos.

Les confieso, que ni las películas que había visto, ni los libros leídos sobre el tema, podían ser mínimamente comparados con el horror que pudimos experimentar en el recorrido que hicimos por aquellas salas. Por primera vez, y creo que nunca después, he podido tener una impresión mayor.

Fue tal el impacto emocional, que cuando salimos, y no les exagero, nos sentamos en un banco a las afueras, sin pronunciar palabra alguna durante varios minutos, los tres mirando el horizonte, empalidecidos, ensimismados, desconcertados, los corazones arrugados, haciéndonos las mil preguntas, los porqués, no podíamos creer que tanta maldad había sido posible entre seres humanos. Acabábamos de ver imágenes gráficas horrendas, objetos hechos con piel humana, leído testimonios espeluznantes, de la Shoáh, del Holocausto.

No exagero tampoco si les digo que ese choque con tales imágenes repugnantes, me dejó marcado para siempre. Cuando pienso en ellas, y la lectura de Exilio a la vida me las recordó, a pesar de la lejanía en el tiempo, siento similares escalofríos. Cada vez que veo una película sobre el tema, o leo un libro, como es el caso del que aquí nos reúne, el estremecimiento es el mismo, pero también la indignación, mi revuelta, que sigue viva aún hoy, a pesar de que no tenga las mismas energías de entonces.

En segundo lugar, quisiera hacer un recorrido histórico muy a grandes saltos, sobre la normativa internacional sobre los derechos humanos.

Cuando culminó la Segunda Guerra Mundial, el mundo entero parecía haber tomado conciencia de las monstruosidades, de las salvajadas, que los enfrentamientos bélicos habían traído consigo, con vistas a no cometerlas de nuevo. No sólo se trataba de repudiar la experiencia lacerante y cruel que vivieron de manera particular los judíos y otras minorías, era necesario igualmente sentar las bases de un mundo diferente, en el que nos pudiéramos reconocer todos como seres humanos que somos, independientemente de las diferencias naturales, de las creencias, de las costumbres, de las tradiciones, del nivel socioeconómico, de las leyes.

Así las cosas, los líderes del mundo, impactados por los horrores recientes, idearon y concretaron nuevas reglas universales para la convivencia, la paz y la seguridad internacionales, para evitar, en definitiva, que se reprodujera la pesadilla vivida. Los principios que inspiraron a las NNUU y otras organizaciones son muestras de esta disposición de no permitir que volvieran a suceder estos horrores. Nuevos ideales humanitarios debían mover a las naciones y sus gobernantes en lo sucesivo. No más guerras era la consigna. Y era además necesario imponer el reino del respeto a los derechos humanos; su garantía y plena vigencia. Se suscribieron los correspondientes tratados, y se crearon las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de aquellos principios. En Nuremberg se buscó marcar, reafirmar, la voluntad de que aquellos desvaríos, en lo adelante, no iban a ser tolerados, la impunidad no iba a tener cabida. Una nueva sensibilidad internacional se evidenciaba.

Pero el ser humano, con sus naturales pasiones, intereses, ambiciones, sueños, contradicciones, conflictos interminables, iba a volver a sus andadas. Las guerras, ahora limitadas, se seguirían produciendo, con sus secuelas horrendas, con el ingrediente de los contenidos étnicos, racistas, que tanto repudio había generado la experiencia aberrante de los judíos y otras minorías bajo la bota nazi. La segregación, el apartheid, la discriminación no han sido erradicados; el odio sigue promoviéndose. ¿Es la especie humana, como diría Cioran, la peor enemiga de ella misma?

Así, se reincidía en inaceptables violaciones a los derechos humanos, que el repudio universal a la atroz experiencia de la Shoáh y otras parecidas, nos había hecho creer que estarían erradicadas por siempre.

Situaciones como las vividas en los países latinoamericanos en la época ignominiosa en que las dictaduras militares se enseñorearon sobre nosotros, nos hacían volver a esta inescapable realidad. Los seres humanos seguimos perpetrando crímenes contra nosotros mismos, contra los derechos humanos, en nombre, o bien de intereses mezquinos, de ambiciones ilegítimas de poder, de ideas religiosas, de ideologías demenciales, de supuestas superioridades morales o étnicas.

En África, e incluso en Europa, quién iba a creerlo, hemos presenciado conductas políticas aberrantes que reviven situaciones que creíamos sepultadas en el pasado. “Limpieza étnica es la expresión acuñada para describir lo que ocurrió hace pocos años en la antigua Yugoslavia, con los albano-kosovares. En su enloquecida conducta los gobernantes serbios pretendieron y lo lograron, borrar de los registros públicos, de nacimientos, de identidad y de propiedades, a los que no eran considerados de la raza o la etnia en el poder. Como si no hubieran existido. ¿Cuál era la diferencia de estas atrocidades genocidas con la solución final de los nazis?

Lo sucedido en Ruanda en 1994, y 20 años antes en Burundi, no fue menos pavoroso. En este caso, los Hutus masacran a los Tutsis por motivos étnicos, antes fue al revés. En pocos días, el genocidio cometido fue de entre 800.000 y 1 millón de personas asesinadas con armas blancas principalmente. Una matanza aterradora. Se ha dicho que fueron gastados 134 millones de dólares en la preparación, la planificación, del genocidio, con dinero que organizaciones internacionales habían entregado para otros fines. Se cuenta que una ministra del gobierno ruandés declaró entonces que había que librarse de todos los tutsis: “sin tutsis todos los problemas de Ruanda desaparecerían". Cuando veo estas manifestaciones de indolencia criminal, de crueldad sin nombre, recuerdo aquella frase de Víctor Hugo: "Los salvajes que cometen esas fechorías son horribles, y los civilizados que les dejan cometerlas, espantosos."

Estas y otras experiencias, como las de los Khamers rojos en Camboya, la persecución contra los chechenos en Rusia, la represión en el Tibet, la de los kurdos gaseados por Sadam Hussein; las locuras religiosas del Talibán; el surgimiento de una suerte de fascismos indigenistas en América Latina; la reedición de grupos neonazis en Europa; los atropellos a los DDHH de la teocracia iraní o el actual goteo macabro de muertes en Siria, nos deberían seguir llamando a la reflexión, alertándonos, advirtiéndonos de lo que nos puede suceder.

Debemos rechazar no sólo la “purificación” étnica, también la religiosa y la ideológica.

Ningún pueblo, ninguna etnia, ninguna nación, ninguna religión, está exenta de vivir situaciones similares o parecidas, con mayor o menor intensidad, pero igual de repugnantes para la conciencia del hombre libre, porque en estos casos la maldad es una cuestión de grados, no de naturaleza.

La democracia y las libertades están acechadas permanentemente, hay una amenaza larvada contra ellas en nuestras sociedades, que en cualquier momento, cual fiera, puede clavarse en nuestra yugular. Es la persistencia de la mentalidad totalitaria del “siglo de las sombras” del que hablaba J.F. Revel. No proviene sólo del fanatismo religioso o étnico, trastocado en terrorismo, en ideología de la destrucción, sino también de la intransigencia política. Todo sistema democrático, como se sabe, es frágil; las libertades, necesarias e irrenunciables, son a veces utilizadas por los que no creen en ellas o las desprecian, para destruirlas desde adentro, incluso mediante leyes perversas contrarias a los principios del estado de derecho.

Leyes que lo desnaturalizan, lo corrompen, lo degradan, a veces con mecanismos malignamente diseñados. En Alemania, país de alta cultura, en 1933, fue así.

De la actuación de gobernantes con ideologías demenciales no estamos curados. André Glucksman decía unos atrás que “frente a un comunismo que se pierde, aparecen otras diez creencias mortíferas". Y tenía mucha razón.

La comunidad internacional ha ido creando instituciones, normas y mecanismos para salvaguardar los derechos humanos, para intervenir de manera consensuada y desde la multilateralidad, e incluso mediante la fuerza, en aquellos casos o situaciones en que los gobernantes cometen atrocidades contra sus pueblos. Si vemos a nuestro vecino asesinar a su esposa e hijos, no podemos permanecer indiferentes, lavarnos las manos o voltear para otro lado. Y el planeta hoy, gracias a la ciencia y la tecnología, es un pañuelo, es una vecindad, aunque algunos no se hayan percatado de ello o se nieguen a reconocerlo.

Solo desde hace pocos años es que podemos contar con un Tribunal Penal Internacional para castigar el genocidio, los delitos de guerra y de lesa humanidad. Nunca es tarde cuando estos instrumentos jurídicos llegan, a pesar de sus deficiencias, de su débil eficacia real.

El pensador y filósofo francés, Raymond Aron, hablaba de “religiones seculares” cuando se refería a las ideologías comunista y nazi-fascista. Estos credos políticos, milenaristas, totalitarios, fenómenos idénticos, son esencialmente intolerantes. Estoy convencido de que existe una “fe totalitaria” en esas religiones seculares. Éstas, hoy, han experimentado mutaciones. A veces, no utilizan necesariamente la fuerza, y se valen convenientemente de leyes espurias, inicuas, fraudulentas, para obtener sus fines inconfesables. Desgraciadamente, en nuestras sociedades convivimos con gente que en el fondo odia o no tolera la libertad, que se sienten bien en el autoritarismo; hay otros que por comodidad, por cálculo, porque vendieron su alma o por miedo se vuelven cómplices, por activa o por pasiva, de estas situaciones.

Estos movimientos, entre otras cosas, pregonan el odio entre clases y etnias, entre hermanos. El premio Nobel de la paz, Elie Wisel ha dicho: "El odio no sabe de fronteras ni raciales ni étnicas. El odio es contagioso, usa máscaras diferentes, y puede estar en cualquier organización religiosa o civil.”

Por tanto, aquella “fe”, cimentada en el odio y la intolerancia, esta patología social, puede ser caldo de cultivo para cualquier aberración antidemocrática, para la reedición de las atrocidades que llevaron a estas personas que aparecen en “El exilio a la vida”, a desarraigarse forzadamente de la tierra que las vio nacer, y a huir del infierno que unos hombres, igual que ellas mismas, habían levantado en nombre de una supuesta superioridad racial, de una voluntad de poder que perseguía imponerse a los demás. ¿Por qué los hombres sentimos la necesidad de construir sistemas políticos que nos destruyen?

¿Por qué estas ideologías y estos sistemas políticos demenciales tienden a producir leyes contrarias a los derechos humanos?

Los testimonios que hemos podido leer en “Exilio a la vida” aparentemente son cosas del pasado, pero no improbables hoy.

De la lectura de esos testimonios, desgarradores, extraigo las expresiones: supervivencia, dolor, miedo, resistencia, sufrimiento, barbaridad, amargura. Pero también vi: valoración de lo vivido, la felicidad recuperada, la capacidad de amor aun intacta, fe viva, voluntad de trabajo, perseverancia, esperanza y deseos de paz.

Aún hoy, y a pesar de mi optimismo escéptico, o de mi escepticismo optimista, sigo rebelándome cada vez que veo una muestra de atropello, de injusticia o de desconocimiento de la libertad de cualquier ser humano, en cualquiera de sus formas, crudas, sutiles, engañosas, disfrazadas o sofisticadas, supuestamente legales, sea donde sea, por el motivo que sea y por quien sea.

No quiero que mis hijos o mis nietos tengan que pasar por esos trances tan amargos, en los que quedaron vidas valiosas truncadas por el odio racial, la mediocridad, la intolerancia e ideologías delirantes.

Me niego a exilarme de la vida. Me niego a exilarme de mi país. Por eso luchamos contra políticas o leyes que pretenden suprimir la libertad de todos, mi derecho a opinar y a elegir mis gobernantes, a viajar, movilizarme, a comprar lo que desee, a poseer lícitamente bienes, a educarme, a divertirme como quiera.

Que esta valiosa publicación, que sus testimonios, se conozcan. Es mi mayor deseo. Que los jóvenes los tengan presentes, es vital que hagamos todo lo posible por impedir que ese infierno vuelva a reproducirse.

Jorge Semprún, recientemente fallecido, escritor de la memoria lo han llamado, estuvo preso en Buchenwald. En varios de sus libros describió los mismos horrores que leemos en “Exilio a la vida”. En la oportunidad en que España dio el paso a la democracia, dijo que se podía decretar la amnistía, pero no la amnesia. Parafraseándolo podemos decir también que se podría perdonar pero no decretar el olvido.

Porque como ha señalado Elie Wiesel, no hay vida sin memoria. En lo que hemos hablado hoy, el pasado reclama su presencia, los espectros de ese pasado se materializan para decirnos que podemos tropezar con la misma piedra. Sólo reconociendo nuestras debilidades y miserias, pero también nuestra inmensa capacidad de superarnos, podremos construir el mundo posible.

Para finalizar, aquí les dejo dos interrogantes perturbadoras que el premio nobel de la paz, Elie Wiesel, se ha hecho y que deberíamos respondernos: ¿Qué hacemos con nuestra memoria, nuestro trauma? ¿Podrá nuestra memoria convertirse en generosidad?

EMILIO NOUEL V.

miércoles, 15 de junio de 2011

LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA Y LA ACTIVIDAD DE LA EMPRESA

(Ponencia presentada en II Jornada de Derecho Corporativo de la UNIVERSIDAD METROPOLITANA en la ciudad de PUERTO LA CRUZ)

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En el mundo de interdependencia global de hoy la empresa encara enormes retos de diversa naturaleza.

No solo debe enfrentar la natural concurrencia con las demás empresas; ante ella se erigen obstáculos de diversa índole, sobre todo, cuando debe actuar en el ámbito internacional. Y en la actualidad, se quiera o no, la empresa, en su relacionamiento, debe entrar en contacto con actores de otros países, bien sea porque se dedique a la exportación, o bien porque para su funcionamiento, se vea obligada a importar productos de otros países.

Así las cosas, las distintas dimensiones con que se nos muestra la globalización plantean complejos desafíos y grandes oportunidades, porque ella ha cambiado la forma de comunicarnos, de cómo invertir, y de cómo obtener conocimientos. La interdependencia trae consigo tendencias de democratización de la tecnología, de las finanzas y de la información.

La globalización no es sólo económica, comercial y financiera. Es también física, política, tecnológica, social e igualmente, jurídica.

Su dimensión económica es la que más observamos, la que más es comentada, la que genera más inquietudes y debates. También la que produce más incertidumbres.

No obstante, vivimos en un mundo interdependiente en lo físico, en lo ambiental. Formamos parte de un planeta, cuyos problemas ecológicos son compartidos, y han generado regulaciones que se han concretado a través de tratados suscritos por la mayoría de los países.

Sin duda, la interdependencia global es política. No sólo porque los gobiernos deben cooperar de cara a los problemas que plantea los naturales conflictos entre naciones, sino también porque la globalización impone modelos de gobierno, estandariza principios, proyecta normas sobre materias diversas, como la de los derechos humanos, descentralización administrativa, respeto al estado de derecho, etc.

Por otro lado, el desarrollo vertiginoso de la ciencia y la tecnología es otro dato sustancial de la globalización. El avance en los transportes, las telecomunicaciones y la informática ha permitido un acercamiento cada vez mayor entre los seres humanos del planeta, dando una sensación de que vivimos en una aldea global (M. MacLuhan).

La interdependencia global es también jurídica. El jurista francés, Michel Virally, ya a mediados del los años sesenta del siglo pasado, decía que no hay un campo en el que el derecho internacional no haya penetrado. La extensión y profundización del proceso de armonización y uniformización de leyes ha ido a la par del proceso globalizador. Los paradigmas muy caros a la ortodoxia del derecho también se han derrumbado.

Incluso, el constitucionalista italiano, G. Zagrebelsky ha señalado como factor demoledor de soberanía a la globalización. Ésta ha creado, sin duda, una red de interconexión legal global. Ha producido un desplazamiento de los poderes de decisión jurídica hacia entes internacionales públicos o privados. Ha disminuido el poder del estado como ente generador de leyes. Ha generado un derecho transnacional, supranacional, supraestatal. Todo o cual ha hecho necesario que exista un lenguaje jurídico común para entendernos, para comerciar, para contratar, para interpretar normas y cláusulas contractuales. En fin, ella ha empujado hacia un jus commune, del cual es muestra la nueva lex mercatoria o derecho del comercio internacional

De modo pues, que este contexto global, complejo, contradictorio, desigual, conflictivo, problemático, pero preñado también de oportunidades y de elementos positivos, es el que los países, las personas y las empresas debe encarar, para cumplir con sus objetivos de crecimiento, desarrollo o realización personal.

La integración económica internacional

El mundo de hoy está caracterizado por un intenso intercambio de mercancías servicios e inversiones; movimiento global de capitales, proyección de valores culturales diversos, difusión de tecnologías y modelos gerenciales, transnacionalización de empresas e integración de economías.

La integración económica es una megatendencia planetaria. La UE, el NAFTA, Mercosur, CAN, etc, son muestras palpables de ello.

Un economista mexicano, Luis Rubio, dice que “La economía mundial es cada menos la suma de economías individuales para convertirse en una economía integrada a nivel internacional, en donde cada parte depende de las demás.”

La integración es un proceso político, económico, cultural y social, que se da entre dos o más países, tendiente a crear un solo mercado más amplio y/o a unificar varias economías nacionales, con el propósito de alcanzar mayor eficiencia, niveles superiores de crecimiento y condiciones de desarrollo elevadas, pudiendo conducir, en su estadio superior, a la unidad política.

En sus inicios o niveles inferiores es principalmente de carácter comercial (Preferencias arancelarias, reducciones arancelarias, liberación de las corrientes comerciales, de movimientos de personas, de capitales, etc), pero a medida que se profundiza puede alcanzar niveles políticos.

Las fases de la integración pueden ser éstas:

n Área de Preferencia Arancelaria: se grava un grupo de productos importados de los países miembros con tarifas inferiores a las que gravan los productos de terceros países.

n Zona de Libre Comercio: es un grupo de países que elimina los aranceles al comercio realizado entre ellos, pero no tiene un arancel externo común frente a terceros.

n Unión aduanera: es una zona de libre comercio, con arancel externo común para productos de terceros países.

n Mercado común: es una Unión Aduanera con movimientos libres de los factores de producción (capital, trabajo)

n Unión económica y monetaria: Es un mercado común con políticas fiscales, monetarias y sociales comunes entre los países miembros. Moneda única, Banco Central único.

n UNIÓN POLÍTICA

Los efectos de la integración, en general, pueden ser:

n COSTOS:

-Reducción en el cobro de aranceles

-Mayor competencia comercial, amenaza de competencia desleal

-Perdida de empleos en ciertos sectores económicos

-Más importaciones.

-Restricciones derivadas de disciplinas normativas supra-estatales y/o supranacionales: costos institucionales,

-Pérdida de autonomía económica

n BENEFICIOS:

-Aumento de la eficiencia económica

-Logro de economías de escala, alianzas y desarrollos conjuntos industriales

-Incentiva la competencia, aumenta la capacidad exportadora

-Generación de divisas extranjeras.

-Promueve la inversión extranjera y nacional

-Estimulo a la competitividad, “laboratorio para la internacionalización”.

-Incentiva el desarrollo tecnológico

-Hace viables proyectos conjuntos de infraestructura regional

-Aumenta la cooperación

-Más opciones para los consumidores

-Incremento del poder de negociación

-Aumento del bienestar

-Solidaridad de socios.

El derecho de la Integración

Estos procesos de integración necesariamente generan un ordenamiento jurídico muy particular. No basta con establecer fines y objetivos, sino están presentes un conjunto de normas de obligatorio cumplimiento para los países que pretenden establecer una unidad económica a partir de varias individuales.

Los tratados constitutivos y los protocolos modificatorios, forman parte de la constitución integracionista. Es el llamado derecho originario. Es la normativa de más alta jerarquía.

En un rango inferior están los instrumentos que corresponderían a las leyes en el ámbito nacional. Es el que a doctrina llama el derecho derivado.

En el caso de la CAN, el derecho originario fue el Acuerdo de Cartagena (1969) y otros instrumentos posteriores. Las Decisiones son las leyes andinas, y tienen carácter supranacional, es decir, están por encima de las leyes nacionales. En Mercosur, el Tratado de Asunción y protocolos posteriores, son las normas originarias. Las leyes integracionistas se llaman igualmente decisiones en Mercosur. En este régimen no hay supranacionalidad como en la CAN.

Debe recordarse aquí que en el artículo 153 de nuestra Carta Magna se constitucionalizó de manera expresa la integración económica, confiriendo carácter supranacional a las normas que se deriven de los procesos en que forma parte el país.

El derecho de la integración o derecho comunitario como se le denomina en la Unión Europea y la CAN, es un derecho que tiene su especificidad. Es la que la naturaleza de las relaciones que regula le da. Tiene elementos de Derecho Internacional Público, de Derecho Internacional Económico, de Derecho del Comercio internacional, de Derecho Administrativo y Derecho Procesal.

En la actualidad, la normativa d integración contempla las más variadas materias, todo dependiendo del nivel de profundidad del régimen de que se trate.

VENEZUELA Y LA INTEGRACIÓN ECONÓMICA

Nuestro país en la actualidad pertenece formalmente a un solo proceso de integración: Asociación Latinoamericana de integración (ALADI), el cual es un régimen de integración muy flexible. Hemos pertenecido a la Comunidad Andina y al Grupo de los Tres (G3). Estamos en proceso de ingresar al Mercosur.

El tratado de la CAN fue denunciado por el gobierno nacional en 2006, y quedó sin efecto en el mes de abril próximo pasado. Las razones de esta denuncia fueron poco claras, a pesar de que el gobierno esgrimió varias (firma de tratados de libre comercio de Colombia y Perú, miembros de la CAN, con EEUU). La decisión de salida de ese régimen de integración, inconsulta, apresurada e inconveniente, a nuestro juicio, plantea un conjunto de asuntos de carácter jurídico para nuestro país, que pueden afectar la actividad comercial de las empresas.

Hasta el momento de la denuncia muchas empresas venezolanas habían establecido intensos intercambios comerciales y creado canales de comercialización con la CAN, principalmente con Colombia. Inversiones conjuntas de capitales de la subregión habían tenido lugar, representando, para nuestro país, importantes beneficios económicos y generación de empleos. El volumen de negocios llegó a alcanzar la suma de 8.000 millones de dólares.

Venezuela mantiene en vigencia un conjunto de normativas de diversa naturaleza, sobre las cuales la Asamblea Nacional venezolana deberá tomar la decisión de derogarlas o no.

En el caso de Mercosur, en la eventualidad, muy probable, de que entre Venezuela como miembro pleno, la empresa venezolana deberá también considerar el amplio entramado jurídico que contiene ese régimen.

Allí nos encontraremos con normas que tocarán la actividad de cualquier empresa venezolana, e, igualmente, ampararán la que cualquier empresa procedente de los demás países de Mercosur realice en Venezuela.

Entre otras, en Mercosur están en vigencia normas sobre:

¨ Protección y promoción de las inversiones.

¨ Jurisdicción internacional en materia contractual.

¨ Derecho aduanero.

¨ Zonas francas.

¨ Armonización de normas sobre propiedad intelectual.

¨ Arbitraje comercial.

¨ Comercio de servicios.

¨ Empresas de seguros.

¨ Bienes de capital, informática y telecomunicaciones.

¨ Contrataciones públicas.

¨ Transporte.

¨ Patentes.

¨ Mercados de capitales.

¨ Derecho de la competencia.

¨ Derechos antidumping.

¨ Normas sobre obstáculos técnicos al comercio

¨ Sobre subsidios y medidas compensatorias

¨ Contratos de transporte de carga internacional

¨ Admisión de títulos y grados universitarios

¨ Política automotriz.

¨ Solución de controversias.

LOS RETOS DE LA EMPRESA VENEZOLANA

Como decíamos al principio de estas líneas, la empresa nacional debe contar con la globalización de la economía. No podrá sustraerse de ella.

Como importador o como exportador, para ser competitivo, para crecer y desarrollarse, tiene la obligación de conocer el entorno político, económico, social, tecnológico, cultural y jurídico en donde se desenvuelva.

La integración creciente de las economías, por efecto del fenómeno mayor que es la globalización, exigirá de toda empresa mayores esfuerzos, destrezas y técnicas.

En su desempeño internacional, las empresas deben hacer compras, invertir en marcados exteriores, concretar alianzas con empresarios extranjeros, constituir sociedades, participar en licitaciones, contratar servicios, reclutar personal, enfrentar regulaciones cambiarias y aduaneras, de transporte.

El conocimiento de las regulaciones comerciales, aduaneras, de propiedad intelectual, de servicios, tributarias, laborales, entre otras, contenidas no sólo de los ordenamientos jurídicos nacionales, sino también los que se derivan de los regímenes de integración y en otras fuentes de derecho blando (soft law), es requisito indispensable para el éxito.

El papel del asesor legal empresarial o corporativo, por tanto, es crucial. Ya no es derecho sólo lo que produce el Estado, como nos lo enseñaba el positivismo jurídico. A medida que ha avanzado la interdependencia global, otras fuentes de derecho adquieren relevancia a la hora del diseño, aplicación e interpretación de los contratos internacionales que la empresa debe suscribir en el ámbito de sus lazos comerciales externos.

Por otro lado, hay normas especiales que son generadas en los procesos de integración que también tocan la conducta mercantil de los actores empresariales privados y públicos.

En los regímenes de integración actuales no hay materias en las que no encontremos normativas particulares. Desde normas sobre el origen de las mercancías, pasando por las de derecho de propiedad intelectual, antidumping, inversiones, transporte, mercado de capitales, patentes, hasta sanitarias, fitosanitarias, doble tributación o de arbitraje comercial.

En la CAN, estas normativas han alcanzado un grado importante de desarrollo. El desarrollo institucional de este régimen es mucho más alto que el de Mercosur.

Mercosur va a representar un gran desafío para nuestro país y sus empresas. Competiremos en condiciones económicas muy desiguales. De allí que los compromisos de carácter comercial que asumamos, con seguridad repercutirán de manera sustancial en muchos aspectos de nuestro ordenamiento jurídico, y por ende en la actividad de la empresa venezolana.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

¨ La globalización es una realidad inexorable, inescapable, para los países, las personas y las empresas.

¨ La integración económica internacional es un dato de esa realidad con la que hay contar en lo sucesivo.

¨ La empresa está enfrentando retos cada vez mayores en su actividad nacional e internacional, en virtud de la interdependencia global creciente.

¨ El entramado jurídico global no es uno de los desafíos menores que la empresa deberá encarar.

¨ Para hacerse más competitiva la empresa en este entorno complejo y dinámico, deberá conocer a la perfección la variopinta normativa que condicionará su actuación.

¨ ¿Estamos capacitados (el país, las empresas) para enfrentar la dura competencia que se nos viene con el ingreso a Mercosur?

EMILIO NOUEL V.

UNIMET-PONENCIA-10 DE JUNIO 2011.