jueves, 16 de diciembre de 2010


Extracto de ENTREVISTA A BERTRAND BADIE

Bertrand Badie : "Sería saludable reescribir la Declaración de los derechos del hombre"


(Badie es Politólogo francés, especialista de las Relaciones Internacionales, profesor de Instituto de Estudios Políticos de Paris, asociado al Centre d' etudes et de recherches internationales (CERI).)


Le Monde, Diciembre de 2010

James : Una diplomacia de los derechos del hombre encarnada por un Estado ¿es creíble?

Guest : ¿Ha habido alguna vez una diplomacia de los derechos del hombre?

Badie:

-En principio, sabemos que la diplomacia es el arte de gestionar las separaciones, de establecer puentes con el que es diferente, pero también con el que no nos gusta, con el que combatimos. El diplomático no construye el consenso, él busca ante todo gestionar, atenuar y hacer soportables las diferencias.
Los derechos del hombre, por su parte, describen un universal, una forma de homogeneidad que no se discute y que no se puede en ningún caso moderar. Es decir, que partir de los derechos del hombre consiste en partir de una exigencia de universalidad y apunta a abolir las diferencias de valores. En un caso, el de la diplomacia, aprendemos a manejar las tensiones, las diferencias y las oposiciones; en el otro, se persigue un orden armonioso.
En estas condiciones, los derechos del hombre pueden ser a lo sumo una finalidad, un objetivo que nos fijamos en una acción diplomática con vista a un mediano o largo plazo. Pero entonces la cuestión se plantea:¿cómo conciliar este objetivo con los otros fines que toda diplomacia está llamada a fijarse: consolidación y satisfacción del interés nacional, reforzamiento de su seguridad y de su defensa, protección de sus alianzas, búsqueda de nuevas fuentes de suministro de productos.. ? Vemos bien que en un momento u otro, el objetivo de los derechos del hombre se enfrenta a las lógicas de poder, y es obligado confesar que por la historia pasada ningún ejemplo probatorio ha sido presentado de asociación totalmente desinteresada de los dos. Es quizás la razón por la cual los DDHH han sido remitidos prioritariamente a las manos de las instituciones multilaterales, más que a construir una síntesis entre los diferentes intereses particulares y superar la lógica de poder.
Detrás de esta ambición multilateral ha aparecido muy temprano, después de 1945, una idea simple: el mundo es de tal forma interdependiente que él no puede funcionar hoy sino sobre la base de regímenes comunes que conciernan a los diferentes sectores de la actividad humana; él tiene necesidad de valores comunes, y éstos no pueden legítimamente construirse sino en el crisol de un universalismo perfectamente expresado en la Declaración Universal de los Derechos de Hombre, de la cual festejamos este mes su 62 aniversario. Una política internacional de DDHH se presenta así quizás más creíble que la idea ambigua de "la diplomacia de los derechos del hombre".

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