domingo, 22 de noviembre de 2009


CHANTAJES PATRIOTEROS Y ACHAQUES ANTINORTEAMERICANOS

Las bases en Colombia no amenazan a nadie

Ricardo Lagos, ex presidente de Chile

Con el escándalo que ha armado el chavismo hemisférico por el acuerdo suscrito entre Colombia y EEUU sobre el uso de bases militares colombianas por los norteamericanos para el combate de la narcoguerrilla y el terrorismo, se ha pretendido colocarnos a los venezolanos frente a dos dilemas.

Desde la perspectiva del gobierno, si no te pones al lado de Chávez y no condenas tal acuerdo por ser una supuesta agresión o amenaza a Venezuela y el subcontinente, eres un vendepatria, apátrida o lacayo del imperialismo yanqui, y si te opones a él, pues serás todo lo contrario: un digno representante de la dignidad nacional, la Patria de Bolívar y de una larga lista de paparruchas cursis.

Desde el enfoque de cierta izquierda no chavista, si bien no están siempre presentes aquellas acusaciones e insultos, en el fondo el dilema es similar: la utilización de las bases son una amenaza de EEUU y por tal razón hay que expresar rechazo o desacuerdo, de lo cual se infiere que quien las apoye estaría sirviendo objetivamente a los intereses del imperio y su complejo militar-industrial. El dilema es el mismo: a favor o en contra de la utilización por parte del imperio norteamericano de las referidas bases.

En ambas perspectivas se inscriben personas de distinta procedencia política, aunque debe reconocerse que hay matices. Por ejemplo, entre los segundos están los que creen que no es necesario el acuerdo para los fines que se persiguen (T. Petkoff), y no entran en mayores profundidades, a pesar de que me temo que ésa no sea la única razón de éstos para cuestionarlo. El antiamericanismo irracional sigue gozando de buena salud por estos predios.

Al margen de éstos nos topamos con otros que temerosos de que se les acuse de traidores a la patria, se colocan en una posición no menos cuestionable y, a mi juicio, inútil, porque al estar opuestos al gobierno, no se salvarán de ser señalados de repudiables antipatriotas. En estos casos, el discurso, por ejemplo, equipara erróneamente a Uribe y Chávez, cuando sabemos que sus conductas son distintas en relación con el tema en cuestión.

Obviamente, no tratamos con este enfoque de suscribir o avalar cualquier cosa que haga Uribe, ni mucho menos apoyar o criticar la utilización que él hace en política interior de este conflicto, algo que, por lo demás, cualquier político haría, verbigracia, el presidente de Venezuela.

Quien suscribe estas líneas por ningún respecto aceptará tales chantajes, ni caerá en la trampa del patrioterismo de los demagogos.

Colombia es un país soberano que puede firmar acuerdos con quien le venga en gana, y no debemos meternos en ese asunto. (¿Acaso el gobierno venezolano no ha suscrito convenios militares incluso secretos con otros países recientemente?) Está suficientemente claro que este acuerdo es la continuación y ampliación de otros que los mismos actores han firmado desde hace 50 años. Nada nuevo bajo el sol.

Por otro lado, si se examina bien, el acuerdo de marras no constituye una amenaza para nuestro país, sino todo lo contrario. Nuestra población en general, y la fronteriza en particular, que rechaza el narcotráfico, el secuestro y el terrorismo, podría sentirse mejor y más segura, si los que viven de esos crímenes en el vecino país, son combatidos y aniquilados. Falta saber si al gobierno de Venezuela le interesa que eso ocurra. Hoy, lamentablemente, podríamos afirmar que no, conocidas como son las evidencias que corroboran las relaciones político-ideológicas, y quien sabe de qué otra naturaleza, tiene con esos grupos de delincuentes.

Las preguntas que resta hacer a los venezolanos demócratas que creen en la cooperación, la integración y la paz con los hermanos colombianos, son las siguientes: Mientras estemos amenazados por un gobierno autoritario militar y con vocación totalitaria ¿ese acuerdo nos ayuda o no? ¿Qué piensan de ese acuerdo los productores del campo, los ganaderos y las familias que viven en la frontera con Colombia, cuyas actividades están afectadas por los diversos crímenes de la narcoguerrilla? ¿Apoyan o no el acuerdo? En definitiva: ¿Nos conviene a los venezolanos o no? ¿A quien amenaza el acuerdo? ¿A los ciudadanos decentes y trabajadores o a aquellos que son sus cómplices en nuestro territorio?

EMILIO NOUEL V.

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